LA CARRERA DE LA MUERTE.

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Habían transcurrido cerca una hora desde que los tres amigos se reunieron dentro de aquella habitación. Una vez pasado ese tiempo, una de las meseras de la cafetería arrimó para entregarles una bandeja llena con tres bebidas y tres rebanadas de pastel Opal.

Una vez dejado lo solicitado por los clientes sobre la mesa, ella estaba a punto de retirarse, pero Wa la detuvo y le entregó unas cuantas monedas que Lili le había dado anteriormente.

— Vamos a necesitar esta habitación por una hora más — dijo mientras juntaba sus manos, entregándole las monedas.

La mesera no se opuso en lo más mínimo tras recibir las monedas, yéndose de la habitación y dejando, nuevamente, solos a aquel grupo de jóvenes.

Dentro de la habitación, los tres amigos se habían pasado la primera hora discutiendo sobre el nuevo dato que John recientemente les había compartido. Al principio, ninguno de los tres se había tomado nada bien la noticia de que se necesitarían de esos cristales para que el dispositivo de comunicación pudiera funcionar. Pero pasado ese tiempo, los tres jóvenes se calmaron un poco, aunque, por parte de Wa y Jim, aún se sentían bastante disgustados por el método por el cual se podían conseguir esas baterías que tanto necesitaban.

— esto es increíble — soltó Jim mientras tomaba su bebida, la cual era de un color amarillo intenso, y le daba un rápido, pero profundo sorbo — aparte de arriesgarte a conseguir eso, ahora supuestamente tenemos que participar en esa carrera mortal para conseguir las baterías de esa cosa — señalando el dispositivo — no se ofendan amigos, pero no creen que estamos haciendo demasiado por ellos.

— por esta vez concuerdo contigo — opinó Wa dándole otro mordisco a su rebanada de pastel — ya de por si fue bastante difícil conseguir un dispositivo que pueda comunicarse a tan largas distancias, y eso que no te mataron al pedirlo John. Pero además de conseguir eso, también hay que participar en esa carrera mortal para conseguir esos cristales, yo diría que eso ya es pasarse de la raya.

Mientras sus dos amigos discutían, John había permanecido ajeno a esta discusión, pero permaneció atento a lo que ellos dijeran. Pero aún con todos los gritos que iban y venían, ni siquiera eso lograba apartar su mente de pensar en lo que ellos harían a continuación.

Estaba dividido. Una parte del él, su sentido común, estaba firme en su posición de no participar en esa carrera y buscar alternativas para poder conseguir esos cristales. Sin embargo, su conciencia, le aconsejaba que negarse no sería una buena idea, ya que si volvían al pueblo con el dispositivo y le explicaban lo del problema de la batería a Lili, lo más probable era que ella les compartiría esta información a sus dos guardaespaldas y eso solo provocaría que estos dos fueran los que participarían en aquella carrera.

John estaba totalmente convencido de que si esto último llegara a suceder, ambos morirían en aquella carrera. Al igual que lo habían hecho miles de otras personas quienes habían llegado a participar en esa carrera mortal en años anteriores. Algo que no se podían permitir, o al menos no si querían evitarse problemas con el gobierno.

— Mierda — dijo finalmente John en voz alta, soltando un largo suspiro mientras estiraba los brazos y los dejaba caer detrás de la cabecera del sofá — Si tan sólo el señor Tom nos diera permiso para poder utilizar nuestras habilidades. Con eso es más que seguro que podríamos ganar la carrera y darles esos cristales a Lili. Además, podríamos hacernos millonarios.

Las palabras de John silenciaron la acalorada discusión que estaban teniendo sus dos amigos. Quienes le dirigieron unas miradas distintas, Jim lo miraba con desánimo y parecía que le estuviera diciendo "pienso lo mismo" con la mirada. Mientras que en el caso de Wa, ella le dedicaba a su amigo una mirada severa que le decía "ni siquiera lo sueñes".

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