Faltan: Tres Días, Recordemos El Pasado

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Escuchaba murmullos, ninguno de su incombencia, incluso los profesores estaban cuchicheando sobre ciertos temas. Él solo quería irse, pero desgraciadamente no podían, ya que más tarde les asignarían su dormitorio, él esperaba estar solo, tener un compañero no era algo que fuera lo suyo. Por eso él estaba ahí sentado en uno de los cómodos asientos acolchados con su vista en uno de sus libros favoritos, mientras el resto charlaba o discutía sobre algún tema.

De pronto una melena rubia caminaba entre los estudiantes aferrado a lo que parecía un diario viejo y se detuvo justo frente a su asiento.

–– Disculpa, creo que estás en mi lugar. –– Su voz era dulce para ser de un varón, pero muy gruesa para ser femenina, perfecta para el dueño que poseía una carita angelical.

–– Estás equivocado, éste asiento es mío. –– Apartó levemente la mirada de las páginas frente a él para poder verificar el número de su asiento.

–– Lo lamento… pero es el mío. –– Ésta vez el rubio le mostró un gafete con el número que pertenecía a la silla donde estaba el ojiverde. Pero al ver su expresión tan seria decidió no molestarlo –– A-aunque si quieres… puedo sentarme en el tuyo, solo dime que número es. ––

A penas Alhaitham iba a abrir la boca cuando pidieron a todo el mundo sentarse, así que ya no pudo negarse, intercambiando el gafete con el chico rubio frente a él y éste se retiró sin más rápidamente sentándose justo a su lado, dándose cuenta que se había equivocado por estar absorto en su mundo.

Era una reunión normal, aburrida, aún así Kaveh tomaba notas como si fuera muy importante, Alhaitham solo tenía que escuchar para memorizar las reglas de los dormitorios. Pero no podía concentrarse al ver lo inquieto que estaba el chico a su lado. La forma en que movía su pierna con ansiedad y su lápiz haciendo solo trazos sin sentido (para él) además de mucho ruido para sus sensibles oídos. Frunció el entrecejo con molestia y dio un respingo esperando que aquel rubio ruidoso captara la indirecta, pero éste seguía centrado en sus cosas.

Pasaron alrededor de dos incómodas horas en aquel lugar, oyendo reglas, recomendaciones, reconocimientos y algunas presentaciones, todo para él muy innecesario.

Pero en esas dos fastidiosas horas, el misterioso chico de cabellos dorados seguía evitando que se concentrara. Durante un lapso de tiempo se había perdido en sus pensamientos al verlo de reojo, el muchacho era de buen parecido y se veía amable. Aún así escondía algo o tenía algo que evitaba que dejara de prestarle atención.
Incluso lo escucho murmurar algunas cosas y otras tararear cuando aparentemente ya se había aburrido de tanta palabrería, todo sin dejar de hacer esos repetitivos y molestos movimientos con su pierna, la cuál temblaba ligera y rápidamente. Movimientos suaves con su muñeca ahora notando que esos trazos sin sentido tenían forma de algo, parecía ser una construcción… se le veía sonreír mientras dibujaba tanto detalle como podía, sin importar líneas encimadas una sobre la otra, creando así sombras.

Ese chico sabía dibujar bien… quizá estudiaba algo de arte.

Ahora observaba discreto entre su libro como fruncía el ceño cuando algo no le gustaba, y solo así se tomaba la molestía de borrar algo. También observó sus labios algo rosados, como los apretaba y mordía de vez en cuando con cierta frustración. Hasta de que un momento a otro solo se curvaban hacía arriba en una sonrisa y volvía su vista hasta el profesor que parecía también finalizar con la reunión larga, y cuando todos los presentes al fin fueron asignados según su asiento en una habitación, se retiraron.

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¿Qué escondes, Kaveh? Donde viven las historias. Descúbrelo ahora