Hermione Granger siempre había sido una estudiante ejemplar, una bruja brillante y una amiga leal. Pero tenía un secreto que nadie podía saber: estaba enamorada de una joven Slytherin de sangre pura.
Su nombre era Adriana Prince, y era la buscadora del equipo de Quidditch de Slytherin. Era alta, morena y de ojos verdes, y tenía una sonrisa encantadora que hacía que Hermione se derritiera. Se habían conocido en la biblioteca, donde ella le había pedido ayuda con un ensayo de Defensa contra las Artes Oscuras. Hermione había accedido, pensando que era una oportunidad de demostrar que no todos los Slytherin eran malos.
Desde entonces, habían empezado a verse a escondidas, aprovechando los pasillos vacíos, las salas secretas y los rincones oscuros. No habian recistido el impulso de besarse tantos sentimientos y hormonas albototadas las hacían sentirse bien, se abrazaban dulcemente cuando podian y se susurraban palabras dulces.
Hermione se sentía feliz y viva cuando estaba con ella, pero también tenía miedo de que alguien las descubriera. Sabía que sus amigos, especialmente Ron y Harry, no lo entenderían. Tampoco los profesores, ni los demás alumnos. Su amor era prohibido, y eso lo hacía más intenso y peligroso.
Un día, Hermione recibió una nota de Adriana, citándola en el lago negro después de la cena. Ella se puso nerviosa, pensando que quizás ella quería terminar con ella. Se vistió con su mejor ropa, cogió su varita y salió de la sala común de Gryffindor. Se dirigió al lago, esperando encontrar a Adriana. Pero lo que encontró fue una trampa.
Un grupo de mortífagos estudiantes, liderados por Draco Malfoy, la estaban esperando. La apuntaron con sus varitas y le lanzaron maldiciones. Hermione se defendió como pudo, pero eran demasiados. La ataron a un árbol y le pusieron una marca oscura en el brazo. Le dijeron que Adriana la había traicionado, que les había revelado su relación y que les había dado la información para capturarla. Le dijeron que ella era un fiel seguidor del Señor Tenebroso, y que solo había jugado con ella para humillarla y destruirla.
Hermione no podía creerlo. Se negaba a aceptar que Adriana fuera una traidora, que todo su amor fuera una mentira. Lloró y gritó, pidiendo ayuda. Pero nadie la escuchó. Estaba sola, rodeada de enemigos, a punto de morir.
Entonces, escuchó un ruido. Era Adriana, que venía corriendo hacia ella. Tenía la cara ensangrentada y la ropa rasgada. Se abrió paso entre los mortífagos, lanzando hechizos a diestro y siniestro. Llegó hasta Hermione y la desató. La cogió en sus brazos y le dijo que lo sentía, que todo había sido un plan de Malfoy, que ella nunca la había traicionado, que la amaba más que a nada.
Hermione no sabía qué pensar. Estaba confundida, dolida, aliviada. La miró a los ojos y vio la verdad. Vio el amor que sentía por ella, y el arrepentimiento por haberla puesto en peligro. La besó con pasión, y le dijo que la perdonaba, que la amaba, que se escaparan juntas.
Adriana asintió, y la cogió de la mano. Corrieron hacia el lago, donde había una barca esperándolos. Se subieron y remaron hacia el otro lado, donde había un bosque. Allí se escondieron, y se juraron amor eterno. Decidieron que no volverían a Hogwarts, que no les importaba lo que pasara en el mundo mágico. Solo les importaba estar juntas, y ser felices.
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One Shots
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