William revisó nuevamente su reloj de pulsera. De no haber más personas a su alrededor, hubiera salido corriendo en busca de su esposa, aunque se contuvo. «Pero, ¿dónde se encuentra Susan?» se preguntó internamente, mientras zapateaba al suelo con su pie derecho, siendo esto, un tic nervioso que se manifiesta en aquellos momentos en los que pierde la paciencia. Faltaban un par de horas para la noche de navidad y en ese preciso instante se culpó internamente por insistir en haber llegado demasiado temprano y, para colmo, sin ella.—¿Dónde estás, cariño? —dijo en voz baja.
Susan le había dicho que no la llamara, que se ocuparía del asunto y llegaría unos minutos antes de la medianoche con el mejor regalo del mundo para su amado esposo, no obstante, conforme pasaban los minutos, veía su llegada como algo lejano.
—¿Susan no va a venir? —cuestionó su hermano mayor, el cual llevaba una copa de vino entre sus manos. Tan alto como William, pero con el cabello ondulado y oscuro; había rasgos distintivos entre el uno y el otro, sin embargo, entre más los mirabas, no se podía ocultar el rasgo familiar.
—Sí lo hará —respondió—, es solo que está un poco retrasada porque es la noche de navidad, mucha gente está llegando a ver a sus familias y el tráfico..., bueno, eso, relájate, pronto vendrá.
Carraspeó y deseo que sus palabras no fuesen solo un simple impulso de ser amable consigo mismo y con su familia, quien se había esforzado en hacer una reunión increíble para celebrar las fechas. Suspiró y le pidió a su hermano una copa de vino mientras seguía esperando.
La fila de personas crecía con cada minuto que pasaba. Susan estaba nerviosa porque temía que la tienda no abriera, pero recordó que hacía solo unos instantes un hombre de seguridad le indicó que estaban reabasteciendo la tienda y que, en cualquier momento, volverían abrir.
—Todo por esa estúpida muñeca —se quejó internamente, pero después recayó en que su reclamó salió en forma de palabras.
Miró a su alrededor por si alguien la había escuchado, pero cada uno estaba enfocado en sus asuntos; una gran mayoría de personas, estaban con la vista en sus teléfonos celulares, esperando a la apertura de la gran tienda. Levantó la mirada al letrero luminiscente que rezaba «fábrica de sueños: tienda de juguetes». De forma mecánica sacó su celular y lo miró: dos horas para navidad, además, llevaba cinco minutos y se sentía como si hubiera pasado mucho más tiempo.