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Ambos estaban sobre la alfombra, leyendo libros clásicos del país mientras escuchaban la madera ser consumida por el fuego en aquella chimenea. La radio estaba por lo bajo dando un ambiente acogedor.

El mayor miraba la emoción del pequeño ante los cuentos en sus manos.

Alejandro conoció a Argentina o mejor dicho, Augusto, cuando solo era un bebé. Recordó como sus rasgos característicos podían resaltar sobre los demás niños. Lo vio crecer igual que U.R.S.S. Sabía que su jefe tuvo hijos pero nunca amó tanto como a Augusto.

Podía verlo.

_¿Cómo te va en el estudio? _. Pregunto.

_bien... supongo _. Dijo mientras seguía apreciando las hojas coloridas de aquel cuento. ¿Tenía cuentos? Claro. Pero solo eran historias de los políticos del país. Nada divertido para un niño.

Vio al menor al sentir los ojos del pequeño en los suyos.

_Alejandro...¿Conoces los Estados Unidos? _.

Frunció su ceño ante la pregunta.

_¿Hablas del país? _. Preguntó. Viendo cómo Argentina asentía con rapidez. _¿Puedo resumirlo en 3 palabras? _. El menor levantó sus hombros mostrando duda. _capitalismo, Rock y... _. Se pausó para provocar suspenso hacía el menor, lo cual, lo logró. _y...autocine _. Dijo susurrando.

_¿auto...cine? _.

_si, ver películas en el auto _. Dijo mientras se daba vuelta mirando hacia el techo y usando unos de sus brazos como almohadas. _peliculas...increíbles_.

_¿En serio? _. Se acercó hasta Alejandro.

_claro que sí pequeño. Se dice que hay autos increíbles, televisión a color repletos de cuentos pero con vida..._. Vio la cara de duda y río _son como los cuentos pero se mueven y alguien le da voz _. Dijo echando un vistazo a los libros detrás de Arge. _y...también puedes decir lo que sientes sin que nadie te juzgue... _. Su vista se sentía perdida. No odiaba a su país, claro que no, pero sabía que había mejores lugares que aquel. _en fin... algún día iremos hasta allí _. Musitó para que sólo él pequeño lo oyera. Sería una promesa.

Se levantó y limpió el uniforme.

Era hora de dormir. _ven _. Dijo mientras acomodaba su ushaka _vamos a la habitación _.

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Su nariz estaba roja, el frío no hacía que sintiera sus dedos pero había una razón por la qué seguía en aquel lugar. Ucrania podía ver todo desde allí, como el humo salía de la chimenea daba a entender que alguien si estaba en aquella cabaña. Se apoyó en aquel árbol y vio en la ventana un hombre arropando a un niño. Con más atención se percató que era un país. Parecían padre e hijo, pero las franjas de colores daban a entender que no era una persona. Su duda quedó resuelta. Su padre ocultaba otro país.

Con un último vistazo observó la nieve perfecta en todo el sendero hasta la cabaña. No debía dejar huella, volvería hasta que la nieve se hubiera derretido.

Guardó las manos en el bolsillo y salió de allí con un sentimiento de extrañeza.
Ver lo que tanto deseo todos aquellos años provocó un nudo en su pecho.
El amor de un padre.

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Un Viejo Mundo Para Un País NuevoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora