CAPITULO 8: La sección prohibida

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Eki se colocó la capucha de su túnica antes de salir con cuidado de su sala común. Los pasillos estaban completamente en silencio e inquietantemente vacios (algo que jamas penso que vería en Hogwarts). Sin embargo, el ocasional bullicio de los fantasmas rondando por el castillo era lo que le ponía los pelos de punta.

Si la descubrian, todavía tenía manera de librarse, después de todo se había pasado un buen rato charlando con algunos de los fantasmas durante sus tiempos libres. Era impresionante la cantidad de anécdotas que tenian que contar... aunque Garreth opinaba que era extraño que charlara tanto con ellos.

Aparte de los fantasmas, también habian prefectos y profesores merodeando los pasillos. Si ellos la atrapaban, a diferencia de los fantasmas, ni siquiera Merlín iba a poder librarla del regaño que Aesop le daría. Por supuesto que su hermano también debía estar entre ellos, aunque prefería no tener que averiguarlo.

— Eki –La voz repentina de Sebastian la hizo soltar un respingo. Sebastian sonrió sereno con ambas manos metidas en los bolsillos de su túnica.– ¿Nerviosa? –Lo fulminó con la mirada retomando su camino, obligando a que Sebastian tuviese que acelerar un poco el paso, aunque para ser sinceros, un paso de Sebastian era el equivalente a tres pasos de Eki.

— ¿Cómo haremos esto? –preguntó ignorando la pregunta para sacar su varita. Era mejor que estuviese preparada para cualquier cosa.

— Debemos acercarnos con cuidado a la biblioteca, normalmente son dos prefectos los que vigilan la entrada. No podemos dejar que nos vean, por aquí –Coloco su mano en la espalda de Eki cuando esta estaba a punto de girar en el pasillo equivocado. Era increíble que la mano de Sebastian abarcara casi todo el ancho de la espalda de la pelirosa. – ¿Conoces el encantamiento desilusionador?

— ¿Bromeas? He leido todos los libros de hechizos y encantamientos que hay en mi casa –tomando en cuenta que su hermano era uno de los mejores aurores del mundo mágico, los libros sobre hechizos eran abundantes en su casa. Sebastian sonrió satisfecho, le gustaba que esa chica estuviese preparada para todo, parecía que siempre estaba un paso por delante de él y eso era algo que (aunque jamás lo admitiría en voz alta) le encantaba al mismo tiempo que lo odiaba.

— Bien, entonces supongo que estás lista para usarlo, ¿cierto? –Eki asintió.

— Como fantasmas –dijo antes de utilizarlo y desaparecer ante el encantamiento, Sebastian la imito.

Ahora ambos podían caminar más libremente por los pasillos, era difícil que se pudieran ver el uno al otro si no fuera porque al estar demasiado cerca el encantamiento perdía su eficiencia.

De vez en cuando Sebastian pasaba demasiado cerca de ella, proporcionando una que otra caricia por parte de la tela de la túnica que hacía que Eki pudiese seguirlo. Otras veces, cuando ni siquiera él era capaz de distinguirla de entre las sombras del castillo, simplemente optaba por susurrar su nombre, llamándola para que ambos pudiesen encontrar el camino de regreso al otro.

Lograron atravesar a los dos prefectos que custodiaban la entrada a la biblioteca (fue sorprendentemente más fácil de lo que Eki habría imaginado).

— Rayos –susurro Sebastian con frustración, ganándose nuevamente la atención de la pelirosa– la bibliotecaria sigue aquí –aviso. Esas eran malas noticias, muy malas. Básicamente les complicaba por completo el plan, tendrían que tener más cuidado si no querian ser atrapados.– Ven, vamos detrás de las estanterías.

Sin darle tiempo a reaccionar, Sebastian tomó a Eki de la muñeca con cuidado para dirigirse con ella a hurtadillas al sitio donde Sebastian había mencionado.

— ¡Dijiste que a esta hora la bibliotecaria ya se habría ido! –Susurró Eki una vez que el encantamiento de ambos había desaparecido, dejándolos a la vista.

𝐿𝒶 𝓢𝓮𝓻𝓹𝓲𝓮𝓷𝓽𝓮 𝓎 𝑒𝓁 𝓛𝓮𝓸𝓷 || ᏚᎬᏴᎪᏚᎢᏆᎪN ᏚᎪᏞᏞᎾᏔ ||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora