A CENTÍMETROS DE LA MUERTE.

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Llevo tres días sin rastro de agua y por la tierra no creo que vaya a encontrar en mucho tiempo pero ese no es mi único problema, la sed ha comenzado a surtir efecto en mí, a veces pierdo la noción del tiempo o no sé muy bien dónde estoy.

Esto es una misión imposible, me siento con la espalda contra un tronco y espero a que me mate la sed o un caminante hasta que empiezo a escuchar ruidos, voces, pisadas... No quiero que me devore un caminante, me niego, hago lo que puedo por coger mi arco y una flecha pero cuando estoy apunto de posicionarlos una patada me quita los utensilios de las manos. Dudo que haya sido un caminante pues no tienen una precisión tal como para hacer eso, una vez desarmada y cegada por la luz del sol acepto mi muerte, total ¿Qué es una superviviente más para este mundo?

Sea quien sea que esté aquí se pone delante de mí y desenfunda un cuchillo, o eso creo, no puedo ver casi nada por culpa del sol, sólo sé que es un chico, aunque no entiendo por qué me iban a matar y no darme agua... Claro creen que soy un caminante.

El chico que tengo delante coge impulso para clavarme el cuchillo y consigo decir muy bajo << No>> quienquiera que fuese para en seco a centímetros de mi cabeza.

- ¿Qué haces Carl? - dice una voz femenina.

- Ha hablado, no es un caminante, a demás no ha intentado ni siquiera morderme - dice Carl echándose hacia atrás, la mujer se acerca a mí y me examina bien el rostro, yo la dejo ya que no tengo fuerzas para quitarle la mano aunque me gustaría.

- ¿Qué hacemos Sasha? - dice el tal Carl.

- Vamos a llevarla a Alejandría, a ver qué dicen tu padre y Dianne.

Los dos me levantan y me ponen un brazo al rededor de cada uno, no sé adónde me llevan pero no quiero así que intento pedirles que me dejen pero si es que lo han notado no me hacen caso, los dos son más altos que yo así que no sirven de mucho todas la patadas que doy al aire.

Alejandría resulta ser un recinto vallado por enormes muros rojos con casas perfectamente normales, bueno como las de antes de todo esto

Cuando entramos por la verja hay un grupo de interesados que husmean entre nosotros, todos parecen estar bien vestidos, nutridos e hidratados y por las caras que ponen al verme nunca han visto a un caminante de cerca ni han tenido que sobrevivir solos, un hombre de ojos azules vestido de policía y otra mujer de piel oscura con una katana vienen hacia nosotros corriendo.

<<policía, enserio...>> pienso al instante.

- ¿Quién es? - pregunta el hombre.

- No lo sabemos, necesita agua rápido - dice la tal Sasha, por como se dirige hacia este hombre sé que es importante, el "jefe" se pasa la mano por la barba pensativo.

- Joder Rick es una niña... - el tal Rick mira a la otra policía - cuántos años tendrá ¿Catorce?... ¿Quince tal vez?

- Está bien - por fin dice Rick, me llevan hacia una de las blancas y lujosas casas y corren a darme un vaso de agua que yo me bebo, a ese vaso le siguen dos hasta que por fin me siento satisfecha.

- Gracias - le digo a Sasha, ella me ofrece una cálida sonrisa.

- Carl - dice Rick, le indica con la mano que salga con él, intento ver qué dicen y si es sobre mí, pero lo doy por misión fallida, que digan lo que quieran, no creo que me vayan a matar ¿Por qué me iban a dar agua sino? Y aunque lo hicieran tengo mi arco, no me van a tocar ni un pelo sin que yo mate a dos o tres mínimo.

- ¿Cómo te llamas chica? - me pregunta una mujer muy guapa de ojos verdes y pelo corto.

- Bella

- Yo soy Maggie, él es Glenn - un chico de unos veinticinco años de origen asiático que no se separa de Maggie - y ellas son Sasha y Mischoone - Sasha era una chica de piel morena y pelo rizado y Mischoone, la policía, es bastante parecida a ella sólo que tiene el pelo más largo y lleno de rastas.

- ¿Tenéis policía en Alejandría? - me intriga la respuesta.

- Sí - comenta Mischoone con tono cortante, entonces se levanta, recoge su catana y sale por la puerta principal, quiero levantarme pero Sasha me pone la mano en el hombro y me siento.

- ¿Por qué no te das una ducha y te cambias de ropa? - me dice Maggie, asiento con la cabeza y cuando me dan ropa y se van todos subo las escaleras y entro en el baño, me miro en el espejo, la primera vez desde que el virus de la muerte arrasó con la Tierra.

El pelo me ha crecido mucho, lo tengo por debajo del pecho y mi flequillo ha desaparecido dejando mechones cortos a ambos lados de mi cara, esperaba que el pelo se me haya aclarado como consecuencia de haber vivido fuera pero sigue teniendo el mismo color castaño oscuro de siempre, mis ojos marrones han perdido el antiguo brillo que tenían antes, he adelgazado un poco y tengo los labios secos y agrietados, me doy una ducha y hago que la capa de suciedad, barro y sudor que tenía encima se vaya, me pongo la ropa que me han dejado que son unos vaqueros oscuros y un poco desgastados, unas botas marrones con cordones, un jersey gris unas cuantas tallas más grande de lo que debería ser para mi delgado cuerpo y una chaqueta grande y mullida de un color entre el verde y crema, curiosamente la ropa es de mi talla, me hago una coleta dejando unos mechones cortos y pienso en mi siguiente movimiento.

No debo fiarme de esta gente, de nadie, es una regla muy importante para mí ya que fueron las últimas palabras de mi padre cuando se arriesgó y murió por mí, esa será mi ley de vida mientras viva en este mundo.

Tengo que averiguar donde están mi arco y flechas y robar una bolsa en la que debo meter botellas y comida y puede que algún cuchillo.

Y lo más importante, no debo confiar en nadie.

Misma alma (TWD; Carl)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora