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No le dijo del bebé porque no sabía cómo iba a tomárselo. No sabía si eso la haría feliz, porque Minji ya no parecía interesada en ella.
La tensión seguía presente en ambas: apenas se hablaban y dirigían la mirada, no se tocaban ni salían a comer juntas, Haerin dejó de visitarla en el trabajo y se la pasaba encerrada en casa, sin querer salir con nadie. Además, con la noticia del bebé en camino, su mundo pareció dar un vuelco completo.
Así pasaron varias semanas, en el que no dijo nada sobre su embarazo. No es si Minji hubiera preguntado algo tampoco, y la omega tenía la tentación de sacarle en cara que era fértil, que podía dar a luz, que podía tener cachorros. Al final, solo se callaba y dejaba que los días pasaran. Ni siquiera sabía cuánto tenía, porque no quería ir a visitar un ginecólogo. Necesitaría dinero para pagarlo, y no es como si Minji no le diera dinero, pero tenía una tarjeta de crédito y los gastos siempre iban a la cuenta de la alfa.
Navidad sería pronto. Haerin no sabía cómo sería ese año.
Lo que sí era seguro es que todos los años había una cena-fiesta en la empresa de Minji y tenía la obligación de ir. Iban todos los trabajadores con sus parejas, y sabía que, si faltaba, los rumores después serían mucho más horribles de lo que ya eran.
―¿Vas a ir? ―preguntó Kim, cuando Haerin se lo mencionó en la comida.
Haerin no la miró.
―¿No quieres que vaya? ―preguntó con amabilidad―. Si es así...
―No he dicho eso ―se veía irritada, pero Haerin no contestó―. No pensé que quisieras ir.
La omega removió su comida con el tenedor, sin demasiado apetito. Ahora, muchas cosas le provocaban náuseas y debía disimularlas para no llamar la atención.
―¿Pensabas llevar a otra persona? ―inquirió, usando todavía ese tono suave.
Minji volvió a enojarse y se puso de pie, marchándose. Haerin se puso a llorar, pero cubrió su rostro para no emitir ruido alguno. Con las hormonas alborotadas por el embarazo, el llanto salía con más facilidad y le costaba mucho reprimirlo.
El día de esa odiosa cena sería el veinte de diciembre, así que, mientras Kim se duchaba, Haerin decidió ponerse un vestido que no usaba hacia mucho: era color crema, pero con unos extravagantes vuelos en la parte baja, más su abrigo negro y de tela fina. Le quedaba un poco apretado de la cintura, pero mientras se duchaba, tocó su vientre levemente hinchado. Pronto, tendría una gran panza que no podría ocultar bajo ninguna ropa. Ese pensamiento, sorprendentemente, le hizo sonreír.
Un bebé de Minji y ella. A pesar de que las cosas estuvieran mal, Haerin sabía que lo iba a querer mucho.
Sus uñas ya las tenía pintadas con un bonito diseño de gatitos, así que se aplicó un labial suave y desordenó su cabello en suaves ondas. Se veía linda, por lo que esperaba que no juzgaran su aspecto ese día.
