⚜️V⚜️

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No sabía cuánto tiempo había pasado corriendo, pero ya sentía sus piernas a alambradas y ya se encontraba fatigado. Las ganas de detenerse eran grandes, pero no quiso rendirse tan fácil. No sabía cuánto quedaba para llegar a la cabaña, pero tenía que hacer un esfuerzo para poder encontrarla.

En una, se detuvo para recuperar el aire apoyado de un árbol y se sentó en las raíces de este. Era lo suficientemente grande como para que sus raíces, si se acostaba en el suelo, lo cubrieran casi por completo. No lo hizo por obvias razones, pero las ganas no se fueron.

Sus párpados pesaban y sentía que su cabeza daba vueltas y vueltas. No sabía lo que ocurría y tampoco sabía cómo y porqué se había desatado el caos. A penas y recordaba como era su vida antes de meterse en aquel mundo, ahora tenía que escapar de lo que fuera que estuviera atacando aquel reino.

Se miró las manos y notó como estas temblaban, quizá por el frío o por la ansiedad que recorría su cuerpo. Decir que estaba muerto de miedo era poco para lo que sentía. Con fuerza, se quitó las mangas acampanadas de su camisa blanca, quedando con horribles bordes rotos y descosidos a la altura de los codos.

Se levantó de las raíces de aquel árbol y decidió que ya no correría más. Caminar parecía una acción viable en esos momentos, pues nadie se encontraba persiguiéndolo y tampoco había algo que le indicara peligro a su alrededor. Aunque sus pies dolieran como el infierno, el príncipe Carlo seguía caminando sin detenerse; soltando quejidos bajos por todo el camino, hasta que por fin visualizó la cabaña dicha por su amiga.

Sus ojos se expandieron de la impresión y pronto aceleró el paso, aunque, gracias a la acción, se lastimó el tobillo con una rama. Había pisado mal y una rama en el suelo le había hecho una mala jugada. Pero eso no le importó, el siguió caminando hasta llegar a la puerta de la cabaña, la cual no era ni tan grande ni tan pequeña. Estaba hecha de caoba y tenía una chimenea prendida. Lo que indicaba que había gente.

—¡¿Hola?!— gritó tocando la puerta de manera fuerte. —¡¿Hay alguien aquí?!— siguió tocando. Nadie respondía y aquello le desesperaba. ¿Quién se encontraba aquí que Anne lo mandó, específicamente, para acá? —¡Alguien, quien sea! ¡¿Pueden oírme?!— sus gritos parecían escucharse por todo el bosque, pero él no le hizo caso a ese detalle; estaba completamente enfocado en que abrieran la puerta. —Por favor, abran...— rogó por última vez antes de caer rendido en el suelo y empezar a llorar como un crío.

Todo había explotado en su cabeza. Se sentía mal. Estaba cansado, agotado, y ni sabía lo que ocurría a su alrededor. ¿Cómo saldría de aquel lugar? ¿Aquello era un sueño, quizá? ¿Dónde estaban sus seres queridos? ¿Se preguntarán por su bienestar o habrán seguido con sus vidas de manera normal? Muchas preguntas y pocas respuestas atacaban su mente y eso lo agotaba más. Pensaba que no había salida y que se quedaría atrapado en aquel mundo extraño y raro, hasta que la puerta, de la cual estaba recostado, se abrió de inmediato y dejó ver a un castaño con rulos detrás de esta.

Por tal acción, Carlo casi se cae de espaldas, pero se recuperó pronto, y limpiando sus lágrimas se levantó del suelo y encaró a la persona frente a él.

No supo que se encontraba llorando de nuevo cuando se dio cuenta de quién era.

—¿Tayler?— sus labios formularon y sus manos tocaron su rostro, para saber si lo que veía frente a él no era producto de su imaginación. —¿De verdad eres tú?— el nombrado asintió con lágrimas en sus ojos y, en segundos, se fundieron en un abrazo que demostraba lo mucho que se habían extrañado.

—Carlito.— musitó el castaño en su hombro. —¿Por qué tardaste tanto?— preguntó, pues sabía lo que este había hecho desde que había abierto los ojos.

Tales of Magic: A Journey to FreedomDonde viven las historias. Descúbrelo ahora