🔹🔷 16 🔷🔹

100 10 0
                                    

«No mires sus ojos, no te des cuenta que él es lo que yo jamás seré. No mires a tu alrededor y veas lo bello y original que es el mundo, porque posiblemente también veas lo aburrida que yo puedo llegar a ser; no quiero que me dejes, Anne Shirley. Yo he hecho lo imposible para no alejarme de tí jamás.

Júrame amor eterno, porque yo en mi soledad, te lo he jurado cada invierno...»

—Diana Barry.

Punto de vista de Diana Barry

¿Cómo pude haber sido tan estúpida?

Creo que en aquél momento me había convertido en la persona más ilusa, bruta y ciega del planeta tierra.

Creí que mi corazón estaba roto desde hace tiempo. Pues ahora me daba cuenta que aún pulverizado, podía romperse más.

Aquella noche, luego de prácticamente salvarme de ser más explícita con mis sentimientos y atreverme a besar a Anne, salí corriendo a no sé qué lugar.

Sentía las lágrimas bajar por mi rostro de una forma desgarradora, si aquello no era real, si aquello siempre fue una ilusión ¿Entonces por qué me habían dado falsas esperanzas? ¿Por qué habían sido tan crueles conmigo?

En mi desesperación, intenté ocultarme en cualquier lugar donde ella no fuese a buscarme. La conocía mejor que nadie y solo bastaba unos minutos, para verla llegando a socorrerme y a consolarme de un dolor, que ella sin ser consciente, me había provocado.

No quería verla, por lo menos en ese momento no.

Entré al cuarto de la tía Josephine, tirándome en su cama y empapando sus almohadas con mis lágrimas, grité con dolor sobre la almohada, sintiendo como mi pecho ardía.

No solo había perdido para siempre la oportunidad de decirle todo lo que sentía por ella, sino que además de eso, sentía que la había perdido a ella para siempre.

¡Por Dios, ella se iba a casar! Al solo recordar eso sentía un desgarrador fuego en mi pecho que subía hasta mi garganta, casi asfixiándome, dándome fuertes ganas de gritar y de destrozar cualquier cosa que estuviese cerca de mí, dejándola tan destruida como yo en aquél momento.

—Oh, querida... —susurró una voz a mis espaldas que reconocí de inmediato, era de la dueña de la habitación.

Josephine se acercó a mí, pero antes de que pudiese tocarme, yo la evité.

Vivir aquella escena me hacía recordar años atrás, cuando vine por primera vez a una fiesta de la tía Josephine. Estaba igual de emocionada como aquel día, y como un perfecto retrato, ese día también terminé confundida y llorando como aquél momento.

Tan vacía y sola.

Aún podía recordar la reacción que tuve al enterarme que mi tía... Que mi tía estuvo toda su vida enamorada de Gertrud, la que aparentaba ser su "mejor amiga". Ese día yo me eché a llorar, me sentía mal, dolió mi pecho, me sentía confundida y perdida, al saber que mi tía tuvo esa relación con otra mujer de una forma romántica a escondidas. Hasta hoy no me había dado cuenta de que, todo este tiempo yo había sido igual que ella y por eso tuve esa reacción al enterarme.

De alguna forma pude reflejarme y darme cuenta siendo aún una niña, que yo también era diferente, pero hasta hoy, no me había dado cuenta que en el mismo sentido que Josephine Barry y por eso al conocer el amor secreto de Gertrud y Josephine, entré en pánico.
Me atreví a pensar que quizás Dios había puesto una maldición en nosotros los Barry y por eso sentíamos este tortuoso pecado de sentir cosas por una mujer.

𝗟𝗮𝘀 𝗖𝗼𝘀𝗮𝘀 𝗾𝘂𝗲 𝗝𝗮𝗺𝗮́𝘀 𝘁𝗲 𝗵𝗲 𝗗𝗶𝗰𝗵𝗼 [𝘋𝘪𝘢𝘯𝘯𝘦]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora