Las tres Leyes robóticas.
1. Un robot no debe dañar a un ser humano o, por su inacción, dejar que un ser humano sufra daño.
2. Un robot debe obedecer las órdenes que le son dadas por un ser humano, excepto cuando estas órdenes están en oposición con la primera Ley.
3. Un robot debe proteger su propia existencia, hasta donde esta protección no esté en conflicto con la primera o segunda Leyes.
Manual de Robótica.
1 edición, año 2058
Siobhan observó las letras resplandecientes en la pantalla gigante del edificio de Corporación Coexis y resopló.
Leyes robóticas...
Sus manos, escondidas dentro de los bolsillos de su chaqueta se cerraron en puños mientras un androide extendía sus dedos metálicos para tomar las llaves de su auto y a continuación, abría la puerta transparente de la planta baja del edificio.
Corporación Coexis, estaba en la parte más glamurosa del nuevo Wilshire Blvd, las calles asfaltadas con androides verificando el trafico y barriendo las canaletas desprendían un calor sofocante que la hizo querer arrancar no solo la chaqueta, sino el vestido estúpido que su hermana la había obligado a vestir.
Siobhan frunció los labios cuando un robot tomó su chaqueta y escaneó la invitación a la subasta que Kate estaba organizando. Los labios delgados y plastificados del robot esbozaron una media sonrisa mientras daba un paso atrás y le permitía el acceso al salón principal.
La sensación sofocante de unos segundos atrás fue reemplazada por una cadena de escalofríos que se movieron desde sus brazos hasta la parte trasera de su cuello.
El salón, con pisos alfombrados y paredes hechas con vidrio inteligente, estaba repleto de personas que sonreían y robots que cargaban grandes bandejas con vino y bocadillos.
Siobhan escaneó la multitud en busca de su hermana. Kate la había forzado a asistir a una última subasta antes de irse a la universidad en Europa, ya que pretendía desligarse del mercado robótico de una vez por todas.
Siobhan le envió un text-con antes de entrar al edificio, mucho antes de que su auto se detuviera y observara como las ventanas del edificio comenzaban a cambiar de tonos, algo que sucedía cuando las personas, cansadas y aburridas comenzaban a tocar el vidrio inteligente.
Kate no estaba en ningún lugar a la vista.
Detrás de la plataforma de cristal donde se llevaban a cabo las subastas, la puerta al siguiente salón estaba cubierta por una cortina de terciopelo azul medianoche. Los socios de Kate y el presidente de Corporación Coexis estaban reunidos conversando entre ellos con gestos exagerados y sonrisas tan plásticas como la piel artificial de los robots. Siobhan no podía soportar la idea de permanecer anclada en ese lugar un segundo más. No había manera de que permaneciera una hora entera en medio de robots que parecían humanos, observándola con esos ojos sin vida y sonrisas falsas.
Antes, cuando los robots no eran más que maquinas destinadas a ayudar a los humanos, Siobhan había estado a favor de ellos, los había admirado, había amado el trabajo de su padre.
Después, cuando las Leyes Robóticas se firmaron, y los robots comenzaron a parecer humanos, Siobhan repentinamente perdió la simpatía por ellos. Muchas personas lo hicieron. Los científicos llamaron al fenómeno "El valle inquietante." Así que su hermana, la jefa de prensa de Corporación Coexis y sus socios, comenzaron a buscar otras alternativas: robots diferentes y más avanzados tecnológicamente vendidos en subastas al mejor postor. La lucha entre las corporaciones de fabricación cibernética era cada vez más ostentosa. Sin embargo, después de alcanzar la perfección robótica, de repente las compañías habían vuelto a fabricar máquinas menos humanas.
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Peón
Science FictionCuando Siobhan Lynch es obligada a presenciar la subasta de robots que organiza su hermana, todo lo que quiere es pasar desapercibida y marcharse para seguir con una vida donde las máquinas no formen parte de ella. Heredera de un magnate de la robó...