Capítulo 3: Fisura

172 22 0
                                    

Siobhan vomitó.

Cuando descubrió que Adam fue despedido y expulsado de su casa porque Josh los delató con sus padres, pensó que era la peor revelación después del accidente. Pero nada se comparaba con esto.

El cíborg había dejado de ser una máquina sin sentimientos y era Adam de nuevo. Un Adam roto. Un Adam que estaba sufriendo por su culpa.

Siobhan trató de acercarse a él, pero Adam se hizo un ovillo en el piso, murmurando en voz alta. Cubrió sus ojos con el dorso de su mano, como si eso pudiera alejar los recuerdos.

—Fuego —decía—. Fuego. Explosión. Calor. Dolor. Metal. Fuego. Explosión.

Siobhan limpió su boca con el escote de su vestido y se arrodilló frente a él. Las lágrimas le hacían difícil ver cualquier cosa. Palpó su mano humana casi a ciegas, apartándola de sus ojos para que él pudiera verla. A ella. No a su cuerpo metálico.

—Está bien, Adam. Todo va a estar bien.

Adam la observó, repitiendo esas palabras hasta que Siobhan dejó de llorar y comenzó a acariciar su mejilla.

—Lo sé. Está todo bien.

Adam extendió su mano hacia ella y tocó sus lágrimas con la mano humana, observándolas como si fuera la primera vez que las veía.

Sho —susurró—. Beso. Flores. Perfume. Caricia. Labios. Amor. Sho.

Siobhan asintió y sonrió a pesar de que todo lo que quería hacer era llorar y clavar una espada directo en su corazón.

—Siobhan —respondió, asintiendo e inclinándose para que sus mejillas se tocaran, para que los labios de Adam estuvieran cerca de los suyos—. Soy Sho, Adam.

Fue su nombre. El nombre Adam lo que hizo que se perdiera de nuevo.

Adam se puso de pie tan bruscamente que el cuerpo de Siobhan fue lanzado hacia atrás, como una muñeca de trapo.

Mientras ella volvía a levantarse, tocando el lugar de su cráneo donde se había golpeado al caer, Adam comenzó a rasgar su mano metálica, a intentar quitar el casco de su cabeza, pero todos sus movimientos parecían inútiles y torpes. Los chasquidos de sus engranajes haciéndolo más antinatural que nunca.

—Cuerpo —dijo—. Defecto. Falso. Fuego. Cenizas. Dolor. Fuego. Muerto... Muerto.

Adam se quedó quieto. Excepto por el sonido metálico de sus rodillas al ceder bajo el peso de su cuerpo, la habitación de Siobhan se quedó en silencio. De espaldas a ella, Adam se mecía hacia adelante y atrás, murmurando la misma palabra con una voz tan suave que si Siobhan no se hubiera acercado, no hubiera podido escucharla.

Los chips habían herido la mano de Siobhan donde los había estado sosteniendo con fuerza.

Adam no se inmutó cuando ella abrió el panel de su cuello, tocándolo con la punta de sus dedos, como si fuera una caricia.

Lentamente dejó de moverse y cerró los ojos, esperando, consciente de lo que iba a suceder.

—Lo siento —susurró ella, con la voz ronca por el llanto.

Adam abrió los ojos. —Perdón. Error. Falso. Dolor.

Siobhan encontró el compartimiento del segundo chip, y antes de perder el valor, lo introdujo de nuevo.

La postura de Adam se volvió rígida. Pestañeó una vez, y sus ojos volvieron a destellar, llenándose de letras microscópicas.

Siobhan no se atrevió a seguirlo observando. Guardó el primer chip en un joyero de cristal y se encerró en la ducha.

PeónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora