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Bin y Sua salieron del pequeño cuarto, dejando a los omegas solos y totalmente inmersos en una conversación de mejores amigos que se habían extrañado inmensurablemente.

—¿Cómo llegaste aquí? ¿Estás bien, no te pasó nada?—preguntó Dongmin hacia Sanha, aún agarrando sus manos.

No se habían separado el uno del otro desde que se reencontraron, y apartarlos sería demasiado difícil.

—Estoy bien, hyung. No tiene por qué preocuparse, Sua mandó a alguien por mí y nos la encontramos en la entrada de este lugar—explicó con una pequeña sonrisa, tranquilizando a su mayor.

Dongmin suspiró aliviado.

—Menos mal...—susurró en un suspiro.

Guardaron silencio por unos segundos, y la mirada de Sanha volvió a caer inevitablemente en el vientre de su hyung. Le calculaba unos siete u ocho meses de gestación.

Dongmin volvió a percatarse de aquella mirada, y sabía que su mejor amigo tenía un montón de preguntas pero que no las hacía por miedo a incomodarlo o avergonzarlo.

—No me mires así, si tienes preguntas solo hazlas, ¿sí?—dijo dándole luz verde a sus dudas.

Sanha hizo un puchero, haciendo reír a Dongmin.

—Bien...¿Es del monstruo que te secuestró?—preguntó refiriéndose al bebé que crecía en su vientre.

Sanha sabía la respuesta a esa pregunta pero aún así guardó una tonta esperanza y esperó tontamente una negativa.

Dongmin bajó la mirada hacia su panza, con pesadumbre y derrotado ante la cruda e inmunda realidad. Sí, cargaba con el hijo de su victimario, era algo que aún no asumía del todo. Y nadie podría juzgarlo por eso, porque no era algo que haya pedido. Solo lidiaba con ello, tratando de no pensar mucho en lo evidente.

—Sí—respondió a secas, acariciando su panza.

A Sanha se le hizo inevitable no entristecerse, con sus ojitos brillantes debido a las lágrimas acumuladas en sus cuencas marrones, el nudo en su garganta y las ganas de soltarse a llorar por las horribles cosas que, seguramente, había pasado su alma gemela.

Eso era Dongmin para él, su alma gemela.

Sanha no sabia que decir, pero sabía que dijera lo que dijera, nada podría consolar a Dongmin del todo, así que solo volvió a abrazarlo.

—Ya no estás solo, Minnie. Yo te apoyaré en todo, todo—susurró en medio del abrazo.

Dongmin dejó escapar unas lágrimas ante las palabras de Sanha.

No estaba solo. Ya no.

—Gracias, Sanhita—dijo con ternura.

(...)

Días después...

El sol caribeño pegó con fuerza en su rostro, provocándole una mueca de incomodidad. Se supone que era invierno pero el clima en aquella isla era caluroso, no le molestaba del todo, al menos no tendría que ponerse capas y más capas de ropa todo el tiempo.

Al fin había sido trasladado fuera de Corea, y más que nada porque se había enterado que la rata del señor Cha había logrado escapar poco después de haber sido capturado. Le impresionaba lo escurridizo que podría ser, y definitivamente no se iba a quedar a esperar que lo hallara, porque estaba seguro de que no renunciaría fácilmente al bebé que llevaba en su vientre.

Fueron largas horas de viaje en avión, sentía su trasero algo entumecido, con dolores de espaldas y mucho sueño, no había dormido casi nada debido a la incomodidad.

Jaula de oro | OMEGAVERSE•BinwooDonde viven las historias. Descúbrelo ahora