Capítulo 11

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La tierra, las rocas y la madera que rozaban con mi mano, los aromas que desprendían las flores y otras plantas aromáticas, el canto melancólico de los pájaros en las copas de los árboles; todos esos estímulos los vivía como si fuera la primera vez. O la última.

Pude sentir el viento fresco golpear con mi cara, estuve varios minutos sintiendo la brisa rozar con mis mejillas, las ráfagas constantes de aire alborotaban mi cabello y la humedad del aire me hacían imaginar un cielo nublado a punto de estallar en llanto. «Solo el cielo podría llorar por mi ahora» pensé con una mueca triste en mi rostro. «Vaya cosas vergonzosas que pienso en estos momentos».

La necesidad de sentir algo firme me invadió, la superficie áspera de la rocosa valla envolvió la palma de mi mano. Al extender mis dedos en busca de la grieta del puente, una sensación de nervios me invadió, y no era para menos, esta sería una de las decisiones más importantes de mi vida, y probablemente la última. No había lugar para arrepentimientos, por más dudas que aparecieran en mi cabeza, todas serían calladas con la misma respuesta, Al menos eso habría hecho si hubiera aparecido alguna duda, arrepentimiento o deseo de retractarme; pero nada, no había ni una duda en mi cabeza. Quizás eso era lo más triste de toda mi situación allí. «Ni yo mismo quiero detenerme»

Por fin la grieta apareció entre mis dedos. La toqué con cierta cautela y desconfianza, cabía la posibilidad de que no fuera esa, y debía serlo, de lo contrario eso no tendría sentido. Cuando me aseguré de que era ella, una nostalgia me invadió por varios segundos. Con decisión cerré mi bastón plegable, la hora había llegado y, sin embargo, solo podía sentir miedo. Era gracioso, me había estado preparando por semanas y solo bastaron un par de días y unas personas para que me replanteara todo.

«¿Por qué dudas ahora?» me pregunté a mí mismo, pero no esperé que una voz familiar me respondiera.

«Porque eres un cobarde»

Me di la vuelta con temor, esperé unos segundos con mis oídos atentos a cualquier tipo de sonido, pero no había nada allí, mi padre no estaba conmigo, nunca hubiera venido a ese lugar por mí, y aunque lo hiciera, probablemente no me detendría. Suspiré lentamente y dejé caer mi bastón al suelo, ya no lo necesitaría nunca más. Con mis manos apoyadas en la barandilla escuché otra voz en mi cabeza.

«Hijo, esto no es lo correcto. Y tú lo sabes»

Esta vez no reaccioné, no tenía caso voltearse, sabía muy bien que esa voz no estaba allí y nunca lo estaría; por más que lo quisiera, mamá llevaba tiempo fallecida.

—Adiós mamá.

Me saqué los lentes de sol y los dejé caer al suelo. El sonido del agua salpicando me indicó que mis lentes ahora nadaban con los peces «Como yo dentro de poco». Mi estómago se revolvió por mi terrible broma, pero era cierto que ese accesorio sólo había servido para ocultar mis inútiles y vacíos ojos pálidos.

«No lo hagas Ale, mejor ven a jugar conmigo»

Ese fue un golpe bajo por parte de mi cabeza, yo jamás me había negado a una petición de mi hermanita cuando estaba sano y cuando tuve mi accidente fue ella quien se ocupó de mí en todo momento. Ahora sentía que la estaba traicionando de todas las formas posibles.

—Perdón Cami —musité conteniendo como podía mis lágrimas.

Escuchar su voz en mi mente solo me provocaba culpa, temía lo que ella iba a pensar sobre mí cuando se enterara de esto, pero si había algo que pudiera rescatarse de mi estricto y serio padre, era el amor que sentía por Cami. «Estará bien» me tranquilicé, pues todo el amor y la atención que me faltó, a ella no se lo negaría jamás.

Con mucho cuidado subí la valla rocosa, mientras lo hacía, me tambaleé un poco y por instinto quizás, me sujeté para evitar caerme. «¿Por qué te sujetas si en unos minutos saltaras voluntariamente? tonto» pensé a la vez que una risa surgía y se iba apagando con los pensamientos de cuando mi amigo me describió este paisaje.

Amor ciego, sordo y mudoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora