Así de raro es el amor

• IV •

(***)

~ 4. Un lindo idiota y un concurso que ganar ~

Andrew Cooper:

Hoy no quería hacer nada. Y lo comenté, pero Hunter me preguntó si quería salir a comer con nuestro grupo de amigos esta tarde. No tengo nada que hacer así que accedí.

Me cambie y fui directo hacia el estacionamiento del edificio. Estaba pensando si irme andando o usar el coche.

Al final, decidí ir en coche por qué que flojera caminar. Al llegar, entre al restaurante, era muy lindo y algo lujoso. A lo lejos vi un grupo de personas, esas personas que recuerdo demasiado bien.

Al acercarme, salude a cada uno de ellos hasta que vi a Aiden, al estupido de Aiden.

¿Por qué carajo tenía que venir a arruinarme el día?

No lo soporto.

Me senté al lado de Hunter, el cual estaba coqueteando con Brooke, bueno, un intento de coqueteo. Los dos se veían muy nerviosos y se trababan al hablar. Bella los está viendo con una ceja encarnada.

Hablando de Bella, ha estado actuando muy raro estas semanas, es como si algo le estuviera pasando.

Cuando ella se dio cuenta que la estaba viendo, me frunció el ceño y se volteó hacía su novio. Este la vio con una sonrisa y le dio un beso.

Eww. Que asco la cursilería.

Tiempo después, todos ya estábamos comiendo. De pronto, Aiden se levanta y me hace una seña para que lo siga.

Que.

Lo seguí lentamente. Lo extraño es que el nunca me había hablado. Bueno, más bien yo nunca le había hablado a él.

—¿Que sucede? -pregunté.

—Mira, esto es difícil de explicar.

¿Ah?

—A ti te cae mal Avery, ¿no? -asentí con un poco de precaución. El continuó- pues por si no lo sabias, Avery viene de una familia millonaria, y tengo la leve sospecha que ella no lo sabe. No creas que le pedí que fuera mi novia solo por que es atractiva. Fue por que necesito sacarle dinero.

—¿Y por qué me lo dices a mi?

—Necesito que me ayudes.

Ni de broma.

—Olvídalo Aiden, no te ayudaré -di media vuelta para marcharme pero el volvió a hablar.

—Te daré la mitad del dinero si me ayudas.

Me di la vuelta y lo mire con el ceño fruncido.

—Entonces, ¿me ayudas?

No.

—Aiden, olvídalo.

—Ella no se dará cuenta. De hecho no tiene ni idea que sus padres tienen dinero hasta para limpiarse las lágrimas.

Se detuvo para mirarme fijamente y segundos después volvió a hablar.