El Noveno Arcángel

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EL LIBRO DEL FINAL

Capítulo 1: El Gran Final
1. Y a todos los que todavía podían escuchar, se les dijo: La bestia se ha liberado. Durante el , uno de sus repugnantes vástagos se abrió paso en las playas sagradas del , golpeando las prisiones de los infectados con su cuerpo.
2. console.log ("2: La Muerte en el interior no esperó más, apoderándose del cuerpo del demonio en cuestión de segundos.");
3. A todos los Hijos del único Dios que existe, dijeron los mesías, les pedimos que se reúnan con nosotros y nuestros hermanos en la forja al borde del ayer. Si el Rey Hechicero invocó a sus propios monstruos, nosotros también lo haremos.

12 de Julio, 1998

La costa de la isla de Siros, Grecia

A cada paso que daba el , el suelo temblaba bajo su cuerpo de puro metal y engranajes, como si un terremoto lo sacudiera. La máquina de 93 metros y 210 toneladas, construida hace ya mucho tiempo para aniquilar a los horrores de Adytum, caminaba con lentitud, pero sin descanso, agitando cientos de litros de agua a su alrededor, indiferente a las olas que el mar lanzaba contra él. Su objetivo: Nada menos que las orillas del taller de su santo creador ante él, concluyendo en las playas de la isla de Siros, donde se encontraba su enemigo.

Los seis pilotos en su interior, dos mekhanitas, dos maxwellistas y dos ortodoxos de la Obra Dentada, estaban sentados en silencio dentro de la aislada sala de control en la cabeza del titán, libres de la tormentosa oscuridad de la noche que se abatía sobre el Mar Egeo ante ellos. El único sonido que se oía dentro eran los calculados y fríos chasquidos del mecanismo de los engranajes, los latidos del corazón nuclear bajo la cabina, y los sonidos medio silenciosos, pero regulares, del vapor que exhalaban las dos chimeneas en la espalda del gigante.

Hace años, la máquina era lenta, incluso con trozos de Dios misma fundidos en sus brazos y su alma, no podía correr, por mucho que sus pilotos quisieran que alcanzara esa potencia. Durante la primera Guerra Oculta conocida por el hombre, los nueve Colosos solo podían marchar en una implacable persecución del Enemigo de la Humanidad. Pero ahora, más de tres milenios después, solo quedaba uno de los Nueve Arcángeles, devuelto a la vida por las llamas de su dios al borde de la existencia. Y esta vez, sus piernas no tenían ese límite.

Cuando los propulsores de fisión recién incorporados a sus apéndices empezaron a surgir con fe, el gigante arremetió hacia adelante, acelerando a velocidades que solo podía soñar durante su juventud, haciendo que los vientos de la zona se disiparan al encontrarse con el ser. Su carrera golpeó implacablemente las aguas del mar entre las que se encontraba, esparciéndolas hasta que no quedaba más que un paso seco por donde caminaba. Permaneció indiferente a los vientos que pasaban a su lado, estando por encima de esas nimiedades. Los reflectores de sus ojos iluminaban el camino con un azul neón maxwellista, ininterrumpido por las gotas de lluvia y los truenos que violaban el cielo ante él. Solo tenía un objetivo, el refugio y la isla sagrados de Dios, y nada iba a detenerlo.

Su mano derecha se extendió hacia adelante, dejando escapar una sola chispa de la llama sagrada que llevaba en su brazo. La tormenta de fuego de plasma mekhanita irrumpió en los cielos de la medianoche, para desaparecer apenas un segundo después en la vorágine del viento que la rodeaba, formando un pequeño tornado debido a su tamaño. Los pilotos, o más bien, los engranajes que daban vida a esta máquina, sabían que el protector estaba listo para un duelo, pero no había nada malo en probar su arsenal por última vez. Y no se atrevieron a cuestionar el estado de funcionamiento de la RESPUESTA que su vehículo llevaba en su apéndice izquierdo, ya que atreverse a hacerlo era una blasfemia inimaginable.

Cuando un solo relámpago ondeó en el cielo nocturno ante la máquina, en un instante el behemot se quedó quieto, cambiando inmediatamente su postura a la de batalla. Cinco monstruosas anclas de bronce de berilio impoluto cayeron a las profundidades con un ensordecedor sonido causado por su tamaño, anclando al gigante en su sitio mientras las olas se elevaban una vez más. Con un zumbido de energía pura y el movimiento de los engranajes de su alma, un campo de fuerza transparente fortificó su cabeza, listo para cada hechizo y blasfemia que suponía el demonio Nälkä lanzaría contra él.

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