¿Quién Te Creó?

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Charles Orson Gears tiene 21 años el día en que se une a la Fundación SCP. Es el año 1875.

Charles lleva la corbata planchada, el traje sin arrugas y el pelo, ya escaso, bien peinado. Al mirarlo, uno podría pensar que no ha estado sentado en una sala de interrogatorios durante las últimas seis horas. Uno se equivocaría.

Un hombre entra en la sala. No lleva identificación— ninguno de sus interrogadores la lleva, aunque éste es nuevo. El hombre sin nombre sonríe tenuemente mientras se sienta.

"Usted es Charles Gears, ¿no es así?"

"Correcto".

"Menudo nombre. ¿Y usted es el asistente del Sr. Rothwell, el abogado asignado a la finca del ?"

"Sí."

"Maravilloso. Ahora, me gustaría que me contara lo que ocurrió la tarde pasada".

"¿No se le ha informado?" El tono de Charles es plácido, casi sereno. "Ya se lo he descrito a dos de sus colegas. En el último caso, creo que su subordinado estaba escribiendo una transcripción—".

"La he leído. Y no temo decir que resulta un poco... fantasiosa".

"Yo no miento, oficial".

El hombre sin nombre vuelve a sonreír, inclinándose hacia delante como si compartiera una broma privada. Charles nota que tres de sus dientes están podridos.

"Todo el mundo miente, chico."

El Dr. Gears tiene 148 años el día que conoce a Troy Lament. Es el año 2002.

Lament es joven entonces y aparenta serlo todavía mas, con las extremidades torpes y tics nerviosos que aún no se han suavizado con la experiencia adquirida. Aún no ha madurado la abrumadora responsabilidad que pronto tendrá que asumir. En eso se parecen, en su engañosa juventud. Lament se asoma apologéticamente sobre el escritorio de Charles, le tiende la mano para estrechársela y la retira cuando Gears no hace ademán de levantarse.

"Encantado de conocerle por fin, Doctor...". Lament se detiene, sin saber si le acaban de hacer una novatada. Se tira del puño derecho—el uniforme le queda pequeño. Charles toma nota mentalmente para que le hagan uno nuevo. Al fin y al cabo, un ayudante mal vestido da mala imagen de su superior.

"Dr. Gears", dice.

"Dr. Gears", repite Lament. "Bien. Es un nombre bastante memorable, si me permite la expresión. ¿Hay alguna historia detrás?"

"Geier es un apellido alemán común. Mi abuelo, como muchos inmigrantes, cambió su nombre al llegar a América. Era relojero. Me han dicho que tenía cierto sentido del humor".

Se hace un breve silencio antes de que Lament se dé cuenta de que el relato del Dr. Gears ha terminado con tan poca fanfarria como empezó.

"Esa es... toda una historia".

"Lo es."

Se puede aprender mucho sobre una persona por las preguntas que hace. Y aún más por las que no hacen. Estas son preguntas que no le han hecho al Dr. Gears:

¿Sabía lo que encontraría en la finca del Dr. Claddeus?

Geier puede ser un apellido común, pero ¿era el apellido de su abuelo?

¿Quién es usted realmente, Charles Gears?

El Dr. Gears nunca miente. Eso no significa que siempre diga la verdad.

Charles Gears tiene 10 años el día en que su padre le enseña por primera vez el interior del reloj familiar. Es el año 1864.

El exterior del reloj es bastante poco impresionante: madera lisa y toscamente cortada, sin tallar ni adornos. Parece más una caja torcida a la que se le ha pegado un reloj que un auténtico reloj de abuelo. Pero el interior...

No hay péndulo dentro de este reloj, ni una serie de pesas con las que medir el paso de los días. Hay, desde la base del reloj hasta la parte superior, cientos y cientos de engranajes entrelazados. Giran en perfecta armonía geométrica, oro sobre oro, plata sobre plata. Innumerables engranajes se mueven a lo largo de su longitud en una danza sincrónicamente perfecta, entremezclados, con las manecillas entrelazadas. El reloj es razón, belleza y armonía, todo en uno. El reloj es el cielo y las estrellas, y Charles, aún tan joven, ya no puede imaginar un mundo sin él.

"Recuerda este momento", le dice su padre. "Captúralo en tu mente, su sensación. La gloria. Esta es la plenitud de nuestro Dios Inquebrantable. El mundo, como podría ser. Como debería ser". Las manos de su padre están firmes sobre sus hombros. El reloj es hermoso. "Recuerda esto. Recuerda quién te creó."

"No te preocupes, padre", dice. "No lo olvidaré".

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