Acto 28

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Los días acontecieron con esa nueva cotidianidad, Sakura llegaba a su casa siempre en compañía de uno de sus padres, de hecho al señor Fujitaka no se le dificultó en nada conseguir la prefectura de historia en la universidad Mizu, es más él era el que constantemente insistía en llevar y recoger a su hija del colegio, lo cierto era innegable para esa niña saber que el actuar de su padre era simple culpabilidad, algo de lo que en verdad no quería lidiar.

Llegaba aquel profesor de historia y arqueólogo en su Mercedes Benz color plata hasta el colegio de su hija, Sakura caminaba a paso lento hasta la salida del instituto escolar, veía con tristeza y resignación su nueva vida, la cual se le había impuesto, en un breve acto de escapismo giraba su mirada jade a los alrededores, y sin querer topaban sus ojos con los de ese castaño de mirada ocre, sintió una inconmensurable emoción, algo que duró demasiado poco, Shang desviaba a la brevedad sus ojos de ella, Sakura bajó su carita llena de vergüenza, ocultando su malestar con su cabello, caminando hasta el coche planta de su padre. Ingresaba esa niña sin decir nada, abrochaba su cinturón y observaba con detenimiento la ventana, de alguna forma Sakura se sentía así, detenida, viendo su vida pasar sin poder hacer nada al respecto, sin poder cambiar absolutamente nada, volviéndose una simple espectadora más.

—¿Cómo te fue el día de hoy Sakura?

—Muy bien, padre.

—¿Has estado acompañada?

—Sí, padre.

—¿Has ido a terapia?

—Sí, padre.

—¿Has hablado con la psicóloga?

—No, padre.

—¿Hay algo qué quieras?

—¿Puedo salir con mis amigos al cine?

—No.

—Quiero una patata dulce al horno, por favor —respondió cabizbaja, resignada a no pelear, a no decir más, aceptando su propia injusticia, aceptando lo que se le había impuesto.

Llegaron ambos, padre e hija a su residencia familiar, Sakura subía a su habitación al instante, y se encerraba en aquella alcoba, suspiraba con algo más que solo melancolía, se sentía vacía, se sentía abatida, colocaba sus audífonos, encendía la música, colocaba una sola canción, la misma que en algún momento le había recitado ese hombre de ojos miel, derramaba de a poco sus lágrimas mientras comía aquella patata en completa soledad.
En la planta baja se encontraban los Kinomoto, Nadeshiko notaba lo aislada que esa niña se había vuelto, hablándoles solo lo indispensable, se veía a sí misma con el actuar de su hija, en su preocupación le exteriorizó su sentir a su amado esposo.

—Fujitaka, hay que acercarnos a Sakura.

—¿Y qué propones Nadeshiko? He intentado hablar con ella, pero es tan, monosílaba.

—¿Y sí lo qué en realidad necesita es qué estemos a su lado sin presionarla? Pienso que ella no quiere hablar porque no sabe cómo reaccionaremos.

—Nade, estoy realmente preocupado, pero no podemos mantenernos inertes, las cosas siguen pasando, siguen fluyendo, y en el instante en que ella decida ir a la universidad más cara del país, no podré negarselo, pero sí ese día fuera hoy, no tengo el capital para cumplirle el capricho, tenemos responsabilidades, debemos continuar pese a todo.

—Yo te entiendo querido, pero hay que tratar de entender a tu hija. Iré a hablar con ella. —Sonríe.

Sakura estaba intentando estudiar en su habitación, aunque lo realmente cierto era que no se concentraba del todo, de hecho constantemente divagaba en sus pensamientos, llegaba su madre, la cual tocaba la puerta, Sakura la dejaba pasar, pero ella se mantenía estática en su escritorio, fingiendo estar realmente ocupada, pues no quería hablar con nadie.

Di mi nombre (Versión Fic)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora