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Eras un destello de luz en una gama de grises, incapturable para mí cámara, mas, sin embargo, perfectamente tentador para atraparlo con mi corazon.
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Narra Moon
— Demonios... — maldigo dejando que mi rostro se entierre en la felposa almohada.
— Debes aceptalo, Moon — dice Yooko.
— No — niego apretando mis ojos, como si de una pesadilla se tratase — No puedo hacerlo, si lo admito solo lo confirmara, cosa que no quiero.
Siento el colchón hundirse, y al siguiente segundo tengo la mano fría de Yoko deslizándose por mi cuero cabelludo — No puedes omitir la verdad aunque quieras, es como la sombra que siempre acompaña...
Yoko, era directamente poética, cualidad que me atrajo a ella desde el primera noche que compartimos habitación, cómo polilla a la luz. Es particularmente callada, pero cuando abre la boca, sabes que desprende frases embelesadas de lenguaje figurado, lo cual es entretenido, nunca sabes cómo usará su extenso vocabulario para darte sus consejos y consuelos.
La chica es una excentricidad (y no lo digo porque sea un vampiro)
— ¿Y que sugieres? — ruedo sobre la cama mirándolo de reojo.
— Diselo, una verdad retenida quema...
— Aún no he confirmado que sea verdad — murmuro — ¿Qué? — exclamó antes su mirada exceptica — Es solo un presentimiento, una posibilidad con 99.9% de chances que sea verdad.
— ¿Y no es suficiente para darte cuenta que ya es un hecho?
— No, necesito que suba a un 100% , y cuando eso pase admitiré mis sentimientos al mundo.
— Eso no tardará en pasar...
— ¿De que hablas? — enarco una ceja viéndola fijamente.
— ¿El amor no se profundiza más si se está más cerca?
Bueno, eso era obvio, si jamas hubiese aceptado ser amiga de Xavier era seguro que mis sentimientos no hubiesen avanzado tanto. Pues aunque experimente atracción desde el primer contacto visual, el huracán tormentoso empezó al ser nuestra amistad iniciada.
Flashback-------------------------------------
Era la contrariedad en persona, estados de ánimo batallando para ver quién sería el dominante y ganador. Por una parte la ardiente adrenalina impulsaba mis pasos hacia el pueblo, y la otra, el insistente temor que detenía mi andar a cada kilómetro, con gotas de sudor frío reflejándose en la piel desnuda de mi frente.
