Capítulo 3: Un año para recordar

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Levi recordaría este año el resto de su vida.

Tenía treinta y dos años cuando todo empezó a irle cuesta abajo.

Empezó con el divorcio.

La tensión en la relación no empezó técnicamente ese año. La relación llevaba más de dos años estancada y ni Levi ni Petra sabían exactamente dónde habían ido mal las cosas. Había algo que no encajaba, las supuestas chispas ya no existían y la intimidad no era más que una tarea. Si antes Levi sentía que eran amigos, ahora sentía que no eran más que extraños que casualmente vivían bajo el mismo techo, tolerando la presencia del otro más que disfrutando de ella. Levi se sentiría más culpable por todo ello si Petra no le confesara que llevaba tiempo sintiendo exactamente lo mismo. Pronto quedó bastante claro que ambos eran infelices y que se estaba produciendo un cambio significativo, uno que se desarrollaba con demasiada lentitud y naturalidad como para que nadie se lo esperara.

El primer intento de arreglarlo fue tomarse un descanso, pero una vez reunidos, la magia sólo duró un mes más o menos. Pruebas y errores, consejos matrimoniales, viajes por el carril de los recuerdos y vacaciones no tardaron en aparecer. Pero cuando se hizo evidente que no servían para gran cosa, la pareja no tardó en darse cuenta de que las cosas no funcionarían sin que cada uno fuera minando la cordura y la felicidad del otro.

Así que cuando Levi y Petra se sentaron a la mesa para discutir qué iba a pasar a continuación, sabían que no habría tal cosa.

Ninguno de los dos culpó al otro, ninguno de los dos lloró y ninguno de los dos se mostró poco colaborador. Levi acompañó a Petra a presentar la demanda de divorcio la semana siguiente. Luego pasaron el mes siguiente ultimando otros detalles, como la forma de dividir los bienes y las deudas, la preparación de todos los documentos necesarios y otros asuntos legales.

Fue a principios de verano cuando por fin llegó la orden judicial. Ambos se abrazaron antes de separarse. Petra regresó a casa de sus padres y siguió trabajando en su antiguo colegio. Mientras tanto, como Levi quería empezar de cero, solicitó un puesto en otro colegio -uno conocido por su programa de atletismo- y alquiló una casa cerca de allí.

El divorcio fue tranquilo y pacífico, pero no por ello menos duro para Levi.

Erwin parecía darse cuenta de ello e intentaba animarle. En un momento dado, se disculpó con Levi por haberle empujado a casarse. En el fondo, Levi pensó que era la primera vez que se daba cuenta de que Erwin no siempre tenía razón. Un error de cálculo, quizá, pero un error de juicio al fin y al cabo. No se paró a preguntarse por qué se aferró tanto al juicio de aquel hombre hace tantos años, cuando se declaró a Petra. Pero ni siquiera sintió la necesidad de cuestionárselo.

Así que cuando pensó en cómo responder a las disculpas de Erwin, Levi se limitó a replicar: "No seas estúpido. Fui yo quien decidió empezar esto, y también quien decidió ponerle fin".

Erwin no parecía contento con eso, pero dejó de discutir por el bien de Levi.

Levi pensó que el año no podía ir peor. Pero así fue.

Kenny acababa de comprarse una moto e insistía en que Levi la montara con él cuando visitara su casa durante Acción de Gracias. Kenny le dijo que era de segunda mano, pero incluso Levi, que no sabía nada de motos, se daba cuenta de que era cara. No tenía ni idea de dónde había sacado su tío el dinero, pero decidió no preguntar.

Su tío le dijo: "Tienes que montar en esta moto al menos una vez en la vida, mocoso. Este modelo era un éxito en mis tiempos. Siempre quise tener una de éstas".

Levi se dio cuenta de que su tío sólo quería presumir, pero hacía tiempo que no complacía al viejo, así que cedió. Levi ocupó el asiento del pasajero con cautela y sujetó con fuerza el dobladillo de la chaqueta de cuero de Kenny mientras la moto despegaba. Erwin voló pegado a la moto, siguiéndola a donde fuera.

En Todas Las Vidas (Siempre Eres Tú) - EruriDonde viven las historias. Descúbrelo ahora