Shamark

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En el pequeño pueblo de Obroga nació un chico cuyo único talento siempre fue destruir cosas duras con los dientes. Shamark Smut, del clan Smut, había sido instruido para ser un gran constructor algún día, como lo fue su padre, o su abuelo, o su bisabuelo... pero el pequeño deseaba otra cosa.

—Vaya —dijo el pequeño Shamark de solo 7 años enfrente del televisor—. ¡Papá, mira, Inger Harb acaba de romper el récord mundial de atletismo!

Su padre, que no seguía ningún deporte y había pugnado contra su mujer para evitar comprar una televisión, ya que, según él, fomentaba el ocio, miró a su hijo estupefacto ante tal hazaña y entendió que ese era un momento especial en sus vidas. Uno que podía explotar.

—¿Te gustaría ser un atleta como ese algún día, hijo?

—¿Qué? ¿Es en serio? —preguntó con ojos llenos de ilusión—. Pensé que era obligación ser constructor... Ya sabes, como tú o mi abuelo.

El padre de Shamark sonrió.

—Nada de eso, ¿y cuál dijiste que era el récord mundial?

—Es el de los 100 metros planos, ¡Inger Harb es el único no-licántropo en ostentarlo!

El padre de Shamark volvió a mirar la pequeña televisión.

—¡Bien, no se hable más! Desde mañana serás atleta. ¡Y llegarás a ser el mejor atleta de todos los tiempos!

—¿Hablas en serio? —dijo el pequeño Shamark, lleno de ilusión.

Su padre agarró el collar que siempre llevaba y lo apretó contra su pecho.

—Tú serás el mejor atleta de la historia, Shammy.




La séptima carrera comenzó.

Shamark, a diferencia de todas las carreras anteriores, decidió empezar trotando. Todos los presentes se sorprendieron: el penúltimo, Yozo, ya iba por los 100 metros, pero Shamark seguía trotando. El primer puesto era de Reggad, con 120 metros recorridos y Shamark ya había acelerado el paso, 125 metros y Shamark adelantó a Yozo, 126 metros y Shamark llegó al segundo puesto.

—¡El perdedor de esta ronda es Orin!

Un jadeante Yozo se mantenía a penas de pie con las manos sobre las rodillas.

—Eso estuvo cerca, ¿no crees, novato?

Yozo pareció pensar demasiado su respuesta hasta que dijo, con una endeble voz.

—Llámame Yozo, Yozo Igirune... Ya sé, Angroth, no dejes que se te suba a la cabeza... ¡Y voy a ganar esta carrera!

El grito del chico estremeció al resto de los participantes y al rey, que lo observaba detenidamente.

Shamark se preguntó qué clase de demente era ese chico, pero pronto un pensamiento mayor invadió su cabeza.

—Oye, Yozo —dijo el joven de dientes filosos—. ¿Acaso eres esquizofrénico?

Neider que estaba escuchando su conversación comenzó a reírse para sí.

—¿Qué? No, es solo que...

—Te pregunté algo y me respondiste otra cosa completamente distinta. Además, dices que escuchas a un dios...

—Yo... —Yozo se detuvo a pensar. ¿Y si de verdad era esquizofrénico?

El anunciante dio paso a la octava carrera con su megáfono. Todos se pusieron en posición, incluso Yozo, que se había tardado en espabilar.

Shamark le susurró algo a Yoghi antes de que la carrera comenzara.

Yozo, El Grande - Parte 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora