El principio

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"¿En qué momento fue que cambié mi vieja adicción por una nueva? Casi lo olvidaba por completo", pensó Jester ensimismado.

El aura de Weston lo había envuelto en su totalidad y, aunque en un principio quiso mentirle y seguirle el juego, se dio cuenta de que el poder de aquel enjuto rubiecito no era el de simplemente hacerle decir la verdad. Jester estaba obligado a revivir su vida, aun hasta los recuerdos más enterrados de su mente. Y eso lo quebró.





Jester era un simple niño que vivía en la periferia de Wriland con su madre, sus abuelos y una pequeña sobrina de la que habían obtenido la custodia hacía un tiempo.

Aunque carecían de comodidades, se querían y con eso bastaba. O eso creía su madre que creía Jester.

Pero la simplicidad de la vida cotidiana de un estudiante de escuela pública se limita siempre a lo que este está dispuesto a probar.

—¡Jester! ¡Pásamela, estoy solo! —gritó Kohen, un chico del que ya se había olvidado.

Jester le dio un pase al chico que gritaba para que la agarrara de volea. 1-0.

"¿Qué es todo esto? Hace un momento estaba frente al chico rubio en el tren, ¿este es su poder?", se preguntó aterrado. Los vívidos recuerdos se proyectaban ante él sin que pudiera cambiar ninguna de sus acciones. En primera persona.

Ese partido era la semifinal del campeonato interescolar y había terminado 1-0. La siguiente semana sería el partido consagratorio para la escuela D-78, o "Emérito Parra" como supuestamente se llamaba. Jester era el mayor asistidor del torneo, lo sabía bien, lo sabían todos.

El eufórico Kohen se acercó a Jester en el camarín.

—¡Grandísimo pase, Jester! No puedo creer que estemos a un paso de ganar la copa.

—Pero nos enfrentaremos a la preparatoria "Los Santos". Son los vigentes campeones —respondió el pequeño Jester, sin que Ramoji, el que estaba encerrado en su recuerdo, hubiese abierto la boca. "No puedo moverme con libertad, ni siquiera hablar... Y lo que es peor...".

Ramoji miró a Kohen antes de que le respondiera. Por alguna razón recordó al instante lo que le diría:

—Eso lo hace aun mejor. Si le ganamos a los ricos... ¡al fin nos reconocerán, Jester!

Ramoji pensó mientras miraba la genuina sonrisa de Kohen, y luego la del resto de sus compañeros: "Lo siento, Kohen. La próxima semana, el mismo día de la final, voy a amanecer en la comisaría; vamos a perder la final; nunca volveremos a llegar a otra, y yo me voy a arrepentir toda mi vida por no haberla jugado".





Por esos tiempos, Jester era muy querido. En toda la escuela se hablaba de lo bueno que era en los deportes, sobre todo en el fútbol, así que comenzó a ser popular entre las chicas y se ganó la envidia de los chicos.

El día después de la semifinal fue especial. Varios compañeros de clase se acercaron a él. "¿Quisieras salir conmigo?; este finde iremos a ver películas a mi casa, ¿te nos unes?; parece que eres como nosotros, así que te queríamos invitar a jugar D&D", Ramoji escuchó esas y otras ofertas, pero ninguna lo persuadió. Hasta que llegó ella:

—Hey, Ramoji, ¿estás libre este sábado? Vamos a la feria, a subirnos a los juegos, ¿quieres acompañarnos? —preguntó Freya.

Jester titubeó.

—¡Sí! Me encantaría.

"Tuve que haberla rechazado".

Freya era la chica más bonita de la clase a los ojos de Jester —y al del resto de compañeros, según la encuesta anual de quién es la más bonita—, pero era la más extrovertida, cosa que abrumaba al tímido y joven Jester.





Yozo, El Grande - Parte 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora