Ocho.

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Seokjin terminó de tararear la canción de cuna que había aprendido la noche anterior mientras ignoraba
olímpicamente las miradas de sus
compañeros de trabajo en su camino
fuera de la cafetería de la empresa.
Eran como pequeñas agujitas en
la espalda cargadas de veneno,
que sumado a sus comentarios
"disimulados" se convertían en el
combo perfecto para hacer sangrar la
moral.

Sabía de sobra que el rumor de que
estaba esperando un cachorro se había esparcido como pólvora y no muchas personas veían con buenos ojos que un Omega sin marca y un Alfa aparente tenga un bebé.

Kim Seokjin se pasaba sus comentarios por donde no le da el sol, la única persona cuya opinión le importaba, por muy sorprendente que sonase, era la de su jefe y este le había dicho sin rodeos que a pesar de estar encinta, el empleo seguiría siendo suyo siempre y cuando lo quisiera.

Él tenía que preocuparse por comprar
una cuna y pañales, no por las miradas desdeñosas de seres de mentes cuadradas.

Sorbió con fuerza la leche saborizada
de la pequeña botella de plástico. Su
jefe le había creado un nuevo antojo
con dicha bebida cuando lo envió
hace unas horas a comprar unas "en
secreto" para él y a Seokjin se le habían antojado unos minutos después como si fueran la última Coca-Cola del desierto.

Había aprovechado su descanso para
comprar unas y de paso, regalarle una
al mocoso de su jefe en agradecimiento por haberle permitido conservar el rabajo.

Sus ojos captaron el rostro serio de
uno de sus compañeros de oficina,
casi pálido y se acercó a él con cejas
fruncidas, la pequeña bolsa con
bebidas balanceándose en su mano y
cuando legó, la mirada de las únicas
personas que no consideraba "víboras" de la empresa se posaron en él.

—¿Qué pasó?—Preguntó y el cuerpo de Mingyu tembló frente a él.—¿Qué le sucede? ¿Por qué estás así, Gyu?—Él Alfa lo miró con ojos brillosos, más fue WhaSa quien respondió por él.

—Está escribiendo su carta de renuncia y de paso un testamento.—Ella le contó, luciendo estresada.—¿La razón? El señor Min le sonrió en la mañana.—Todos se estremecieron ante la mención de dicho suceso. Seokjin pasó las manos por sus brazos, sintiendo los vellos de su cuerpo erizarse.

—Eso siempre es de mal augurio. —Eunwoo se sumó a la conversación, su voz bajando unos tonos cuando añadió.—Recuerdan al contador Kang, ¿verdad? Unas horas antes de que resbalara por las escaleras el señor Min lo había felicitado por su trabajo. Unos minutos después..¡POOM!—Exclamó y todos dieron un pequeño salto en el lugar.—El hombre estaba en hospital con varias costillas rotas.—Un lloriqueo de Mingyu se escuchó por las palabras ajenas.

—¿Y que me dicen de la señora
Choi?—Esta vez fue el turno de Jieun de añadir, sus ojos fijos en la expresión de sus compañeros de trabajo mientras relataba.—Fue unos días antes de las vacaciones de invierno. La escuché reír junto al señor Min  en su oficina, al día siguente no apareció en la oficina. Ni al otro día, ni al que le siguió a ese. Nunca se supo más de ella.—Un sonido en seco se escuchó y los ojos de los presentes fueron a un Mingyu desmayado sobre el escritorio.

—Ven lo que hacen.—Whasa les gruñó, levantando la frente del Alfa para observar el daño. Arrugó sus cejas, ese golpe dejaría un buen chichón.—Dejen de actuar como masoquistas que necesitan que su jefe los trate como la mierda para sentirse tranquilos.—Les reprochó.—La señora Choi no vino más a la empresa porque se retiró y no porque se hubiera reído con Yoongi-ssi.—Les contó.

—Y el contador Kang resbaló en
las escaleras por ignorar la señal
que indicaba que las acababan de
limpiar.—Seokjin añadió, sorbiendo
su bebida y Hwasa agradeció al cielo
con las manos en alto que uno de
sus compañeros actuara de forma
sensata.—Igual si es de mal augurio ver una faceta "agradable" del jefe. Ayer fue comprensivo conmigo y cuando llegué a la casa en la tarde, se rompió la calefacción—Seokjin añadió y sonidos de sorpresa se escucharon. Hwasa rodó los ojos.

𝐏𝗎𝗌𝗂𝗅á𝗇𝗂𝗆𝖾 ⤿✽ 𝐘𝗈𝗈𝗇𝗆𝗂𝗇 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora