4- familiaridad

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Agarré la manija y entré; Nicolás pasó detrás mío. Adentro, había dos mujeres y un hombre. Todos estaban vestidos con ropa negra militar y armados. Cuando notaron mi presencia, comenzaron a irse rápidamente.

—¡Esperen! —grité, bajando la voz al ver que no me hacían caso— Mi casa está destruida por su culpa.

—Ella vive aquí, no tiene otro lugar donde quedarse —añadió Nicolás alzando la voz para que lo escucharan.

Una de las mujeres se detuvo y volteó al escucharnos, pero no dijo nada.

—¡Vámonos! —dijo otra de las mujeres.

Todos aceleraron el paso. Traté de seguirlos, pero no conseguí alcanzarlos y finalmente los perdí de vista.

Volví a casa, miré a mi alrededor contemplando cómo mi casa había quedado. Todo estaba hecho pedazos y ya no quedaba rastro del techo.

—Si quieres, buscamos un lugar donde te puedas quedar por aquí... O le puedo decir a mi papá si puedes quedarte en mi casa por un tiempo... Bueno, hasta que encuentres un lugar donde quedarte, porque no creo que sea buena idea quedarte aquí.

—Mejor hay que buscar algo por aquí —dije con una expresión triste, poniéndome de pie—. Voy a empacar.

—Vale.

Nicolás me siguió por detrás, pero luego lo perdí de vista.

Fui hasta mi habitación, vacié toda la comida que había en mi mochila y puse lo primordial: un poco de comida, dos botellas de agua y unas cuantas ropas. Entre las ropas, vi el libro que había dejado allí después de intentar usar la Gema morada y terminar desmayada. Desde entonces, no lo volví a tocar ni a usar.

¿Será que lo traigo? Bueno, es importante después de todo. No puede caer en manos equivocadas.

Introduje el libro y los collares, cerré la mochila.

—¿Te ayudo en algo? —dijo Nicolás.

—¿Eh? No, ya terminé con todo —dije con una expresión algo seria, poniéndome la mochila al hombro.

—Vale... Tu casa... Es un poco grande, me perdí —soltó una risita apenada.

Parece que está tratando de calmar el ambiente.

—¿En serio? No puedo creerlo, si yo lo veo normal —esbocé una sonrisa mirando a mi alrededor.

—De verdad —dijo apenado—. Y bueno, ¿eso es lo que vas a llevar?

—Sí, solo esto. Ya después traigo lo demás.

—Ahora en busca de tu nueva mansión... digo casa —bromeó.

Sacudí la cabeza divertida.

Salimos de mi casa y revisamos cada rincón de donde vivía. Todas estaban terriblemente mal; algunas en mejor estado, pero adentro no estaban muy bien que digamos. Parecía que era un lugar desamparado. No había ninguna persona.

—Esta casa está mejor que la otra —dijo Nicolás.

—Sí... Pero parece que se va a caer el techo en cualquier momento —señalé el techo—. ¿Crees que tu papá me dejará quedarme?

—La verdad no estoy seguro, pero tal vez sí. Pero creo que ahora es la única opción. Las casas están un desastre, aparte le harías compañía a mi hermana.

—¿Tienes una hermana? —dije asombrada.

—Sí, lo preguntas como si fuera algo del otro mundo... Se llama Daelyn.

—Tiene un bonito nombre. Bueno... Entonces sería mejor preguntarle a tu papá.

—Sí, vamos por aquí —dijo guiándome por un lugar lleno de árboles—. No es tan grande como tu casa, pero es cómoda.

La gema mistica (primera versión)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora