Capítulo 1 - Un clavo saca a otro clavo

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Alejandra

-Que no me pienso levantar de la cama.- dije contra la almohada.

-Que sí, levántate ya, que vamos a salir hoy por la noche.- dijo Martina, mi compañera de piso, agitándome por los hombros.

Conocí a Martina en el primer año de universidad y nos hicimos muy amigas, ella es de aquí pero vive muy lejos y en nuestro segundo año de carrera decidimos mudarnos juntas a un piso pequeño más en el centro. 

-No quiero.- dije dándome la vuelta en la cama. -Estoy depresiva, dame comida.-

-No puedes estar depresiva por un hombre más pequeño que tú.- dijo. -Eso no es tener dignidad.-

-Ni que tuviese mucha antes de salir con Carlos.- le dije.

Exactamente, un niño de diecisiete años me puso los cuernos más de una vez, y yo como tonta estoy llorando por él.

Payasa.

-Boh, vístete ya que nos vamos en veinte minutos.- me informó.

-¿SÓLO VEINTE? No me da tiempo.- dije.

-Que si hombre.- dijo levantándose de mi cama para ir a arreglarse. -No te pongas eyeliner y ya.-

Me vestí y me maquillé en tiempo record.

-¿Estas lista?- me preguntó.

-Si, cojo el bolso y ya.- le contesté.

-Están ya Mencía y Carmen en el coche abajo esperándonos.- me avisó.

-Pues bajamos ya.- le contesté.

-Holaa.- saludó Mencía al entrar al coche. -¿Qué tal tus penas amorosas?-

-Ay calla, no me deprimas más.- le respondí.

-Hoy te vamos a llevar a un sitio con muchos buenorros.- dijo Carmen.

-Eso suena bien ehh.- dijo Martina mirándome subiendo y bajando las cejas.

-Bff.- bufé.

-Anda quita esa cara.- dijo Carmen.

-¿A dónde pretendéis ir?- les pregunté intrigada.

-A Masher.- respondió Mencía.

-Bah venga, ahora en serio ¿A dónde vamos?- volví a preguntar.

-Que sí, que vamos a Masher.- me dijo Carmen.

-Sorpresa.- celebró Martina.

Para poneros en contexto Masher es la típica discoteca en la que solo entras si eres un futbolista de primera división, una modelo o actriz famosa o si tus padres tienen una fortuna en la cuenta bancaria. En fin, cosas que no nos pasan a ninguna de las cuatro.

-¿Como? No pillo, ¿Cómo vamos a entrar?- pregunté sin entender nada.

-Digamos que al dueño le gustan las chicas más pequeñas que él, mucho más pequeñas.- me explicó Mencía orgullosa.

-Anda como a ti Ale.- me señaló Carmen.

-No ayudas eh.- le dije.

-Uy, perdón.- dijo Carmen con cara de angelito. -Se me salen solos estos comentarios.-

Después de quince minutos en coche llegamos a un parking privado donde Mencía aparco su coche. No me podía creer que estábamos a punto de entrar a esa discoteca.

Al entrar mis expectativas se subieron por los cielos. Era enorme, lo juro. Estaba llena de gente, y a diferencia de las discotecas a las que solemos ir esta huele bastante bien.

-¿Pedimos algunas copas?- preguntó Carmen.

-Si.- respondí. -Necesito alcohol.-

-Esa es la actitud.- dijo Martina dirigiéndose hasta la barra dando saltos.

Después de unos cuantos cubatas fuimos a la pista a bailar.

-Ale.- Me llamó Mencía. -Ese tío de ahí no te quita la mirada de encima.- dijo guiñándome un ojo. Me giré hacia donde me decía ella y si que era cierto que había un chico mirando hacia aquí, pero podría estar mirando a cualquiera así que no le di mucha importancia.

-Voy a por algo de beber que me va a dar un sofoco.- dijo Martina.

-Te acompaño.- le dije mientras me hacía una coleta.

Fuimos a la barra juntas a pedir unos cubatas y para poder hablar un rato hasta que note una mirada clavada en mi. Me giré e intenté ver quien era pero entre tanta gente no supe de quién venía.

-¿Qué pasa?- me pregunto Martina viendo como buscaba con la mirada a alguien.

-Te juro que hay alguien mirándome, pero no sé quien.- le dije.

-Yo si que se quien es.- respondió riendo.

-¿Eh?¿Qué dices zumbada?- pregunté. Ella me hizo un movimiento con los ojos dándome a entender que me girase, cosa que hice. Justo detrás de mí estaba el chico que me había dicho antes Mencía.

-Bueno, yo me voy.- dijo Martina sonriendo dejándome sola con aquel chico.

-Tardas mucho en darte cuenta de las cosas, ¿no?- dijo el chico apoyado en la barra, yo solo me reí. -Me gusta tu falda.- dijo repasándome con la mirada.

-Gracias.- le dije tímida. No sé en qué momento me volví tan vergonzosa, bueno si, nunca se me había acercado ninguno que estuviera tan bueno.

-¿Cómo te llamas?- preguntó.

-Alejandra.- contesté. -¿Tú?-

-Digamos que eso no importa.- respondió haciendo que yo frunciera el ceño.

-¿Eres de aquí?- pregunté.

-Tampoco creo que importe mucho para lo que vamos a hacer.- respondió sonriendo.

-¿Para lo que vamos a hacer?- repetí su frase.

-Si.- dijo seguro. -¿Tienes otros planes?-

La verdad que no, Alejandra lánzate.

Probablemente sea un niño mimado de mamá y papá pero qué más da, un clavo saca otro clavo, ¿no?

No tardé ni un minuto en cogerle de la nuca y acercar su boca hasta la mía besándole.

-¿Y si vamos a un lugar más privado?- pregunto separándose de mí después de un rato ya que las cosas se estaban subiendo de tono.

-¿Los baños?- propuse, no se me ocurría nada mejor.

El no dijo nada, solo me agarró de la mano sonriente y me dirigió hasta ellos.

Y pues que voy a decir, paso lo que pasó... 



Juntos en Barcelona || Pablo GaviDonde viven las historias. Descúbrelo ahora