02. Camp Half-Blood

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Cuando Quirón la citó en la Casa Grande, Jessica supo que estaba en problemas.

¿Qué había hecho mal? No había dejado escapar a los pegasos de nuevo, ni había provocado algún incendio accidental. ¿Podría haberse enterado de que había salido después de la hora permitida? Si era eso, juraba que iba a matar a Luke.

Mientras enlistaba mentalmente todas las cosas que había hecho para ameritar un castigo, divisó a Annabeth en la entrada de brazos cruzados, lo que no ayudó a calmar su ansiedad.

Annabeth Chase era una hija de Atenea, una excelente estratega y una guerrera nata. Admiraba su capacidad para ver todo el panorama de cualquier situación, algo que no se le daba muy bien a Jessica, porque aún no veía la razón por la que no le agradaba tanto. No recordaba haber sido grosera con ella en ninguna ocasión, o haberla ofendido de ninguna manera que ameritara su actitud cortante. De todas formas, después de tanto tiempo, hasta Jessica había dejado de intentar ser amigable y ambas mantenían una especie de tregua silenciosa: mientras una no molestara a la otra, todo estaría bien.

—Hey... —saludó Jessica, dando un vistazo sobre su hombro, esperando que la puerta se abriera—. Quirón dijo que quería...

—Está ocupado —la cortó Annabeth, mirándola con sus penetrantes ojos grises —. Está hablando con el nuevo. Si terminan antes de que yo regrese, encárgate de él.

Jessica frunció el entrecejo.

—Pero... ¡Oye!

Annabeth pasó junto a ella sin dar mayor explicación. Jessica la miró incrédula antes de sacarle la lengua de manera infantil cuando le dio la espalda. Con un pesado suspiro, se sentó en las escaleras de madera y apoyó su cabeza en su palma, resignada.

No había vuelto a pensar en el chico que había encontrado ya tres días atrás. Había sido todo un revuelo su llegada por los rumores que se decían en torno a ella: el chico había matado al Minotauro. Grover lo había confirmado. De cualquier manera, Jessica se alegraba de que estuviera despierto, aunque eso significara que hubiera un nuevo semidiós en espera de ser reconocido.

Aún así, no solía darle la bienvenida a los nuevos semidioses. Normalmente lo hacían los campistas mayores como Luke o Beckendorf, y suponía que Annabeth intervenía de vez en cuando en caso de que su «profecía» se cumpliera al fin. Supuestamente, algún día llegaría un semidiós al cual tendría que acompañar en una misión que le traería honor y gloria, o algo parecido.

Jessica no entendía su deseo por salir del campamento y estar en peligro mortal en todo momento, pero prefería no decir nada. No necesitaba un motivo más para que Annabeth la hiciera polvo en la arena.

El rechinido de la puerta siendo abierta la hizo levantarse de golpe, por si se trataba del señor D. No quería arriesgarse a ser convertida en delfín. Pero no era Dionisio. Frente a ella, el nuevo campista salía de la Casa Grande con el cuerno que había visto tres días antes y una expresión que distaba de ser feliz. Su cabello revuelto y las banditas adhesivas regadas por su rostro le indicaban que acababa de salir de la enfermería. Cuando alzó su vista hacia ella, casi se queda muda al volver a ver esos ojos verdes que la habían perseguido en sueños por días.

—¡Hola! —alzó una mano como saludo y odió como su voz sonó más aguda de lo normal—. Tú debes ser...

El chico tardó un segundo en completar la oración, como si recién saliera de un trance. Parpadeó varias veces antes de responder:

—Percy —le dijo, extendiendo su mano—. Percy Jackson.

Jessica ladeó la cabeza al escucharlo y aceptó su mano.

Too Young  |  Percy Jackson   [1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora