ii. El Gran Capitán

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Nami supo desde el principio que Usopp no era un capitán, ni siquiera era un pirata pero los niños que corrían detrás de él lo creían; no creía las historias que contaba con esos grandes ojos brillantes, y más tarde tampoco creería las historias que inventaba para impresionarlos después de ganar alguna batalla. Nami no creía en las mentiras que contaba en las fiestas o cuando estaba nervioso antes del combate; pero Nami también era lo suficientemente lista como para comprender cuando, más que mentiras o bobos cuentos, estaba hablando de otra persona, alguien a quien no habían conocido todavía, o al menos no de forma oficial porque nadie se había atrevido a preguntar todavía.

Nami había aprendido, tal vez incluso mucho antes que el resto de la tripulación, a ver más allá de las mentiras de Usopp —quizás era porque ella era mucho mejor mentirosa—, y por tanto había notado en el preciso momento en el que estaba hablando con él. Dejaba su nombre de lado, no era necesario cuando estaba hablando en primera persona, y a veces estaba segura de que ni siquiera tenía uno pero no lo necesitaba, era el capitán de sus historias, el Gran Capitán, y ese título era suficiente. Y a veces, aún en ese vaivén de ser o no ser en el que ambos se confundían, sí parecía un capitán: siempre tenía un plan, siempre sabía leer los mapas y la brújula, siempre sabía leer el cielo nocturno, siempre sabía atar los nudos y calcular distancias; y Nami lo agradecía porque tener a alguien a quien confiarle el barco, a veces le permitía darse un respiro.

— ¿Te gustaría que hiciera tus uñas? —le había preguntado por primera vez un día después de que Usopp había elegido el aguamarina que combinaba con su top para hacer las de ella.

Había abierto la puerta del taller tras pensar varios minutos en lo feliz que Usopp había sonado al contarle sobre la vez que Kaya había pintado sus uñas violetas, pero para su sorpresa, a quien había hallado en el taller no parecía ser la misma persona. Estaba sentado con la espalda recta mirando hacia la ventana, el diario de campo de Usopp —ese de tapas marrones y que usaba para detallar sus inventos— estaba en el suelo, y en su lugar estaba dibujando, probablemente el mar o quizás la ventana, pero lo hacía con la derecha y nunca antes había pensado que fuera ambidiestro. Sabía que no era a quien buscaba porque el cuaderno no era el mismo que lo había visto proteger con su vida de los ojos curiosos, y en lugar de un lápiz era una pluma, sin miedo a los errores.

Él la había mirado, parecía sorprendido, y por un instante pareció adivinar lo que pensaba: "¿No eras zurdo?"; pero Nami se había adelantado a hablar de nuevo—. Oh... puedo volver después...

Entonces su expresión había cambiado de sorpresa a confusión, y por tan sólo un instante había visto el pánico que caracterizaba a Usopp cuando había sido descubierto mintiendo en batalla; así que estaba ahí, en algún lugar, pero sabía que no era él.

— Volveré en un rato, tengo algo que terminar y el esmalte puede esperar. —Y cerró la puerta porque nunca había hablado con él y, por alguna razón, su mirada la intimidaba. El Gran Capitán no era dulce como Usopp, no era su amigo como Usopp, pero lo respetaba como pirata pues podía confiar en él tanto como en Usopp.

ᴍɪꜱᴍᴀ ᴘɪᴇʟ | ᴜꜱᴏᴘᴘDonde viven las historias. Descúbrelo ahora