Todos tenemos una guerra interna... Guerra de corazón y cerebro... Guerra que debemos zanjar.
Al zanjar esta guerra, podrás ver a esa persona sin que el corazón se te acelere como loco, y tampoco sentirás ese hincón en el pecho...
Un día logré entrever de cierto modo su sonrisa a lo lejos y me di cuenta de que estaba mejor sin mí, y la dejé ir.
Dejar ir porque sí es absurdo, pero dejar ir sabiendo que la otra persona estará mejor sin comparecer a una convocación inexistente... O al menos en ese punto...
Yo me prometí hace mucho no volver a caer en el amor... pero cuando llegaste tú... no caí. Yo me lancé y estoy seguro de que si te viera en unos años, mi corazón aún se aceleraría... Lo sé... Contradictorio.
No sabes cuánto amé indagar tus cicatrices, tus inseguridades... Eso me hizo saber por dónde comenzar a quererte un poquito más... Después de todo... Te perdono. Dicen que aquel que perdona se libera de su pasado; debemos perdonar y dejar ir para poder seguir.
Y no, no te guardo ningún rencor; marcaste un antes y un después en mi vida... Tal vez te amo... Tal vez te amo pero no para una relación... Tal vez te amo pero no para una amistad... Tal vez te amo pero no para ser conocidos; te amo cuando no te odio... (¿Te odio?), te amo cuando marcaste mi vida... Cuando sentí las cicatrices del adiós...
Y así terminó todo... Ella en busca de su felicidad... Y yo DEJANDO IR a la mía.