Yo vivo en este cuarto, que huele a mí, a nadie más. Hace tres años que mamá viene a tocar la puerta. La oigo llorar como lloran las madres por sus hijos muertos. Ya está servida la sopa dice ella, yo no salgo, estoy tendido sobre el piso y mi sangre reposa en un cono de vidrio sobre mi pecho. Desde esta posición espero que el techo que lancé, antaño, hacia el cielo, termine de caer sobre mi cuerpo. Nadie debe perturbar esta espera, ni siquiera la llamada telefónica desde el infierno, para decirme que afuera, mi madre, está muerta.
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Me hacías tanta falta, SOLEDAD - poemas para enviar a la hoguera
PoesíaSoy el cuerpo tiznado de caricias, el alfarero del infierno que moldea con su sangre un crepúsculo nuevo, me dejo lamer porque prefiero, la lengua tibia y roja y ese silencio tuyo y mìo, bailando alrededor de la ceniza.