¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Cubrió las manos de Kagome con las suyas violentamente y se volteó. ¿Cómo podía ser tan hermosa? Recorrió su cuerpo completamente, su cabello negro y húmero goteando por sus hombros y oliendo a gloria, sus ojos chocolates demasiado llenos de una pasión contenida y salvaje por él, sus mejillas sonrosadas y aquellos labios carnosos y sensuales. El resto era historia...
Sus hombros delicados y suaves sostenían dos generosos y jóvenes pechos que pedían a gritos que los tomara y los besara. Sus pezones estaban erguidos, estaba excitada, podía sentir el olor y la humedad entremedio de sus piernas sin siquiera tocar. Su cintura era pequeña y lucía una voluptuosa retaguardia, firme y redonda, como siempre había imaginado que era.
Era demasiado. Inhaló, exhaló, la miró profundamente a los ojos y susurró: -Perdóname... -Solo entonces, se permitió besarla. Tomó su rostro con ambas manos y la jaló hacia él.
Ante el asalto brutal del peliplata, jadeó. Sí, era justo como había imaginado que sería un beso de Inuyasha: Intenso, caliente, salvaje, vivo, casi podía sentir que sus labios palpitaban en contacto con los suyos. Era una invasión que había esperado por mucho tiempo. Él la besaba en la comisura, luego mordía sus labios y volvía a plantarle besos por toda la boca. Finalmente metió su lengua para transformarlo en un beso de verdad, un beso de amantes. Tuvo que ponerse en puntillas para poder corresponder ante tal poderoso gesto de devoción. Entonces, él la abrazó y la aprisionó contra su cuerpo, sus senos fueron oprimidos por su pecho y sus pies dejaron de tocar el piso.
Había comenzado, al fin sería una mujer en brazos de Inuyasha.
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
