Iba a protestar cuando ella lo invadió con la boca en ese lugar, iba a levantarla y a decirle que no era necesario. Iba incluso a disculparse con ella, ya que no era necesario que hiciera algo tan bajo como eso para complacerlo, pero cuando ella comenzó a mover su lengua y a succionar, no pudo más que dejarlo pasar y disfrutarlo.
Es que si eso hacían las mujeres en la época de Kagome estaban locas, en la suya era una muestra de total entrega y sumisión, algo que sólo hacían las prostitutas. Pero no, Kagome no lo era, sólo era una mujer diferente que provenía de otro mundo, con otras reglas y otras prácticas.
Tomó sus cabellos y acarició su cabeza, mientras ella masajeaba con sus labios la extensión de su miembro. Su boca hervía y le provocaba sensaciones que no sabía que existían. Le gustó sentirse vulnerable ante ella y sobretodo que ella tomara el control de esa manera tan descarada. Lo que estaba haciéndole no tenía nombre, era el paraíso. Una forma muy diferente de vivir el placer, sobretodo en esa época de porquería.
Disfrutó las caricias de ella y permitió que sus manos se aferraran a sus glúteos mientras lo hacía, y que lo rasguñaran de vez en cuando. Ella era tan intensa, tan aguda, tan viva que lo descompensaba, no podía negarle nada, no lograba juntar la voluntad suficiente para detenerla y penetrarla, aunque se moría de ganas de hacerlo.
Entonces, el placer aumentó de repente y supo que era el momento. Si no era en ese instante no sería nunca. Acomodó el cabello de la chica detrás de su oreja y la invitó a levantarse, con los ojos dilatados la abrazó y la aferró a su cuerpo palpitante. Entonces, volvió a acariciarla y a descubrir sus formas, volvió a besarla y a sentir el sabor de su propia excitación en sus labios. Ella se dejó hacer, dejó que la recorriera, dejó que la presionara contra el árbol y que la levantara otra vez.
Tampoco opuso resistencia cuando metió sus dedos dentro de ella para ver qué tan húmeda y lista estaba, ni cuando masajeó su clítoris para volver a excitarla hasta que le rogara que la hiciera suya.
Y así fue, luego de unos minutos de intenso trabajo, ella finalmente no pudo más. —Inuyasha, ahora… por favor. ¡No puedo más!
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Tócame Inuyasha
ContoKagome había decidído entregarce a Inuyasha a como dé lugar. ¿Estará listo nuestro tímido Hanyou para el amor?