Capitulo 8

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Kagome había demostrado ser una mujer excepcional en la intimidad y él no podía ser menos. Debía complacerla de todas las formas que ella ordenara. Llevó su miembro hasta el sexo de ella y lo rozó suavemente. Ella jadeó enloquecida. —¡Inuyasha! —reclamó ansiosa.

Quería torturarla de la misma forma en que ella lo había torturado a él, pero intentó detener sus instintos y obedecer. Llevó su pene otra vez hasta la entrepierna de la chica y lo ubicó en la entrada de su vagina. Sólo bastaba un poco de fuerza para que entrara por completo y le quitara la virginidad.

Ella apoyó las manos en sus hombros y lo besó. —Por favor —rogó con los ojos cerrados encima de sus labios, e inuyasha obedeció. Lo metió lenta y profundamente hasta que tocó fondo y se quedó ahí. La miró expectante, ella sonrió satisfecha y comenzó a mecerse sobre él.

Toda la pasión que había contenido para no voltearla y hacerla suya contra el árbol hasta derramar su semilla se desató. Tomó sus glúteos y comenzó a penetrarla salvajemente, como ella secretamente le ordenaba con su mirada. Oh, sus ojos chocolate dilatados, su boca entreabierta e invadida de suspiros, sus pechos bailando con propiedad entre ellos y la estrechez de su sexo. Ella era la combinación perfecta entre amor, pasión y locura.

La amaba, sobretodo cuando exhalaba su nombre y se humedecía por sus caricias; la amaba desde antes que ella tomara la determinación de ofrecerse como su hembra y lo recibiera jadeante. Oh, ¡cuánto la amaba, cuán imbécil había sido por intentar negarlo! No sabía cómo había podido esperar tanto tiempo sin hundirse entre sus piernas.

—Oh, Inuyasha… Inuyasha… ¡Inuyasha! —susurraba ella cada vez que lo recibía en su interior.

—Otra vez, dilo… mi nombre.

—Inuyasha…

Sonrió libidinosamente sin poder estar conforme, quería más. —¿Te gusta?

—Sí.

El placer aumentaba con cada embestida, y la excitación se hacía incontrolable cuando ella intentaba detener el frenesí de sus senos enloquecidos, tomándolos y tocándose mientras gritaba su nombre.

La azabache contuvo el aire, intentando no sufrir ante el consecutivo ataque del peliplata. Es que de repente sentía tanto placer que pensaba que iba a morir, quería detenerlo, quería que parara, pero luego él salía y ella lo necesitaba otra vez. Entonces tenía que admitir que no quería que se detuviera, que le gustaba que cada embestida fuese más intensa que la anterior y que fuesen infinitas.

El sexo con Inuyasha era increíble, ¡pamplinas eso de que la primera vez no era buena! Las bestias no eran como los humanos, eran intensas, malvadas y salvajes, e Inuyasha era mitad bestia. La combinación perfecta entre humano y demonio, entre amor y pasión, entre lujuria y placer.

De repente, sintió como que ya no resistía, era demasiado, no podía, iba a… No, no era la muerte, era sólo el final, el límite de su resistencia. El orgasmo llegó en un gran suspiro, en una lágrima risueña y en un torrente de ardorosos fluidos. Miró a Inuyasha, pero el aún estaba en la cima, intentando no jadear demasiado alto. Luego de un fugaz momento, él pareció venirse junto con ella. Cerró los ojos y una cálida sensación invadió su vagina. Él estaba derramándose en su interior, era suyo, completamente suyo.

Cuando el calor comenzó a perderse en el frío aire de la noche, Kagome aún estaba de pie abrazándose a Inuyasha. No quería perderlo, tenía miedo de que aquello hubiese sido solo un sueño. No quería que él volviera a ser el mismo hanyou tímido y evasivo de siempre.

No, no otra ves.

Tócame Inuyasha Donde viven las historias. Descúbrelo ahora