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Aquella mañana ya estaba todo pactado: La Mujer iría a ver al maestro Zárate .
En la bolsa, metió una pequeña libretita para apuntar las cosas importantes que le dijera el maestro.
Caminó por la calle sonando sus tacones, los hombres quedaban cegados por su belleza, y si alguno guapo le daba una mirada coqueta, ella correspondía: era tan joven que nadie imaginaba que era casada y su hijito ya tenía 6 años.
Pero no podía dejar de soñar con el Afilador de Cuchillos, aquel hombre sin desgarbado que no tenía dinero suficiente para sus caprichos, pero si lo que a ella le gustaba... A pesar de su origen, La Mujer, no dejaba de ser humana y vulgar, además, le daba palabras dulces que nunca escuchó de El Hombre, y estas, eran sinceras.
La Mujer mira de lejos a aquella extraña fémina que pegaba carteles en el poste fuera de su casa, y otra epifanía vino:  un ángel de piedra en la punta de una tumba pequeña. Ella cerró sus ojos e intentó sacar aquella imagen tétrica de sí .
"¿Por qué lo único que veo es eso... Muerte, muerte en mis pensamientos?".

Y decidió ignorar el hecho de que su cabeza le diese algunas señales.

Posteriormente, con paso firme, entra en la primaria del retoño mientras los niños detienen sus juegos del recreo, y se paran a escanear con la mirada, pues la ubican gracias a las miradas feas de sus madres, cuchichean discretamente y se dan la vuelta.
La Mujer toca la puerta del salón de su pequeño a la expectativa...

-¿Maestro Zárate?- La Mujer toca la puerta y quita su sombrero.

-Señora, la estaba esperando- el maestro con tono nervioso le cede una silla frente a su escritorio.

El maestro Zárate no puede creer que una hermosa señora esté frente de sí , Panchita le había dicho que su patrona quería hablar con él , pero no imaginó que ella fuera despampanante.

-Quiero hablar con usted, sobre Ángel, ¿Cómo va en la escuela?- La Mujer lucía desesperada.

- Oh Ángel... Emmm... - el maestro se sorprende que ella sea la madre que todos desprecian y hablan con desdén sobre ella- pues... Ángel... Es un niño muy tranquilo...

-¿Y no le anda molestando con preguntas inútiles?

-¿Eh? ¿A qué se refiere con eso?

- Es un niño que siempre se la pasa preguntando por todo, a mí me desespera...

-Señora, no hay pregunta inútil. Los niños son así a esa edad...-
El maestro Zarate sonríe intentando ser agradable para la mujer.

-¿Va bien en sus materias? ¿Es grosero?- La Mujer prosigue con sus preguntas desesperada, justo como las que ella detesta que le hagan.

El maestro Zárate, en silencio, recuerda todos los malos comentarios que le han hecho al niño sobre su libertina madre. Pero, ¿cómo encarar a esa preciosura? El maestro se sentía impotente. Ángel era maltratado, y por causa de su madre.

-¿Y no molesta a sus compañeros? ¿O a usted?

El pobre profesor comienza a sentirse atosigado. Sabe que Ángel es molestado por su compañeritos y no ha podido solucionar el problema. Todo lo que pasa con el pequeño está mal. Las tareas que lleva son buenas pero el trato que le dan los demás es pésimo, es un problema. ¿Cómo decírselo?

-Pues... Mire señora..

-Ujum

- Es un niño muy callado, no me interrumpe en clase. No le hace preguntas indiscretas o incómodas a los demás...- el maestro traga saliva con remordimiento - si, eso...
-¿De verdad? ¿Y entonces por qué llega con marcas en los brazos? Creí que usted le corregía...

-Emmm... Bueno, los chicos se lastiman al jugar a veces, ¿sabe?

-Umm- La Mujer anota en su libreta.

-Bien, pues hablaré con él para que no sea tan torpe al estar jugando...

-Si señora

-Maestro, no le quito más su tiempo, tengo una cita más y debo ser puntual...- La Mujer se queda viendo al profesor, este le hace simpatía con su rostro sonrojado, sus lentes de botella y su peinado impoluto.

-Si...

-Pero... Tal vez pueda volver a hablar con usted con más calma, en un café... O en mi casa, con más calma aún ... Un café que le ofrezca yo.

La Mujer sonríe coquetamente, mientras se acomoda discretamente un mechón del cabello.

-Me encantaría señora- El Maestro Zárate se pone más colorado- quiero decir, no estaría mal, tal vez.

La Mujer apunta la dirección de su casa en un papel y se lo da al maestro.

-Puede venir cualquier día que mejor le venga... He dejado también mi número para pactar la visita. Nos vemos, maestro...

Ella sonríe antes de salir y continuar su marcha.

"Esto está mal, muy mal... Pero nadie nunca me había mirado así..."

El maestro no puede sacar de sus pensamientos a La Mujer, pero tampoco el hecho de que el niño sea maltratado justamente por eso...

El Maestro Zárate era joven, entusiasta, recto y tímido. Su amor a la docencia le daba combustible para preocuparse por los educandos. Se sentía con el compromiso de seguir por ese camino

"Tal vez si visito su casa una vez, pueda mejorar la reputación de la señora, y podría armarme de valor para decirle qué sucede con el pequeño... ¡Sí eso es!"

El día de escuela continuó como siempre y a la hora de la salida, La Mujer se apareció para buscar a Ángel.

Ángel aparece con su maletín en mano, y con una dulce sonrisa como si de un aura se tratase. A pesar del dolor que sentía por el maltrato de los demás, tenía la habilidad de sentirse renovado ante la presencia de su madre.

-Niño, que tengo prisa, apúrate... - La Mujer toma del brazo al pequeño.

-Mami, hoy en la clase...

-No digas nada, que hoy hablé con el maestro. Debes tener más cuidado al jugar, que te lastimas. Eres tan torpe...

-Pero mami...

-Apúrate...

La Mujer, en su paso apresurado, ve unos de los anuncios que ha pegado la chica misteriosa:

"ME CONTRATO DE NIÑERA. PUEDO CUIDAR A SUS HIJOS. LLAME AL...."

"De ninguna manera, de ninguna... Más personas en mi casa... ¿Para qué las quiero?"

La Mujer siente un escalofrío en su espalda.

-¿Mami, qué es una niñera?- Ángel saca de sus pensamientos repetitivos a La Mujer.

-¡Ya deja de ser tan preguntón!



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