I

139 9 1
                                    

El destello que surgió en las penumbras del bosque fue tan resplandeciente que todos los hombres presentes, sumidos en la oscuridad circundante, tuvieron que cerrar los ojos para protegerse de su intensidad. En medio de este estallido luminoso, unas figuras emergieron con una brillantez que desafiaba la oscuridad que las rodeaba.

Entre los destellos rosados y lilas, dos siluetas femeninas y la de un niño se dejaron ver gradualmente, revelando su presencia con un aura de misterio. Ambas mujeres portaban trajes que destellaban con ornamentos poco usuales, llenos de detalles que evocaban una esencia antigua y poderosa. Sin embargo, era el niño quien resultaba inusualmente más llamativo, no solo por su presencia en este lugar, sino también por el detalle más extraordinario: una cola de zorro que se movía con curiosidad a su alrededor.

Las imponentes miradas de los hombres presentes presenciaron el momento con asombro y sorpresa indudable, sus expresiones reflejaban la incertidumbre ante la aparición de estas figuras enigmáticas, que, envueltas en una luz deslumbrante, parecían haber emergido de otro mundo.

La quietud se apoderó del bosque, mientras la luz se desvanecía gradualmente, dejando tras de sí a las tres figuras en el claro, sus miradas atentas y enigmáticas ante el asombro de quienes las contemplaban, marcando el inicio de un encuentro que desencadenaría un nuevo capítulo en la historia de aquellos hombres y el destino de aquel lugar apartado.

La antigua sacerdotisa Midoriko se alzó con solemnidad en medio del círculo de hombres, su presencia irradiaba una sabiduría milenaria que infundía respeto y asombro entre los presentes. Con una voz que resonaba como un eco de tiempos ancestrales, dirigió sus palabras a los jóvenes del Akatsuki, que observaban con atención y una cautelosa actitud defensiva.

"Jóvenes de Akatsuki, no hay necesidad de estar a la defensiva", comenzó Midoriko con una serenidad que contrastaba con la tensión circundante. "Sé perfectamente quiénes son ustedes y a qué se dedican."

Sus palabras, llenas de autoridad y conocimiento, atrajeron las miradas hacia ella, especialmente hacia Pain, el líder del grupo. Midoriko, con pasos firmes pero llenos de gracia, se acercó al líder, sus ojos centelleando con una determinación inquebrantable.

"Pain, tú que eres el líder, escucharás mis palabras claramente en presencia de todos tus aliados", declaró la sacerdotisa, su tono sin lugar a dudas transmitía la importancia de lo que estaba por revelarse.

"No ahondaré en detalles", prosiguió Midoriko con una pausa significativa, "pero he venido hasta este lugar en nombre de los dioses para encomendarles una tarea de suma importancia. Siendo ustedes uno de los grupos más poderosos existentes en nuestro plano dimensional."

El silencio se apoderó del lugar, los miembros del Akatsuki observaban a la sacerdotisa con atención y expectación, capturados por la solemnidad de sus palabras y la significativa carga que implicaba su encomienda.

La mujer ancestral continuó hablando con un tono imperturbable, su voz resonando con una solemnidad que transmitía la gravedad de la situación. "Los dioses les otorgarán una nueva oportunidad, si hacen lo que se les pide", enfatizó, su mirada penetrante recorriendo a cada miembro del Akatsuki, quienes se mantenían en silencio, procesando la magnitud de sus palabras.

Sin embargo, la impaciencia de Hidan rompió el aire solemne. "¡Mujer, habla de una buena vez!" exclamó con desesperación en sus palabras, su tono brusco y su gesto reflejando la ansiedad que lo embargaba.

La mujer ancestral, sin dejarse perturbar por la brusquedad de Hidan, continuó con firmeza: "Deberán cuidar a la joven que viene conmigo y su pequeño". Con un gesto de su mano, señaló hacia Kagome, quien se mantenía en el centro del grupo, su postura estática y sus latidos acelerados, reflejando la turbulencia de sus pensamientos.

[贖罪と愛] - Redención y AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora