V.

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En la amplia sala de la base de los Akatsukis, Kagome se encontraba sentada en un cómodo sofá, absorta en las páginas de un antiguo libro. La luz natural filtrada por las ventanas iluminaba su rostro mientras se sumergía en la historia que tenía entre manos. A su lado, sobre una pequeña mesa, descansaban una taza de té y una pequeña lámpara que proyectaba una luz suave sobre las páginas del libro.

Frente a ella, Shippö estaba completamente concentrado en su tarea, sentado en el suelo con su libreta y crayones esparcidos a su alrededor. Con una expresión de concentración, el joven zorro de fuego dibujaba con habilidad, dando vida a criaturas fantásticas y paisajes imaginarios que fluían de su imaginación a través de sus crayones de colores brillantes.

A su lado, Deidara trabajaba con su arcilla con maestría y pasión. Sus manos hábiles manipulaban la arcilla con precisión, creando formas abstractas y esculturas dinámicas que parecían cobrar vida bajo sus dedos. El ambiente en la sala estaba lleno de creatividad y concentración, cada uno inmerso en su propia forma de expresión artística.

La joven azabache levantó la mirada de su libro por un momento y observó con una sonrisa cálida la escena frente a ella. La diversidad de talentos y habilidades presentes en la sala la llenaba de admiración y gratitud por la oportunidad de compartir este momento con sus compañeros de equipo.

Con un suspiro de satisfacción, la chica volvió a sumergirse en las páginas de su libro, sintiéndose agradecida por la calidez y la compañía de sus nuevos amigos mientras disfrutaban juntos de un momento de tranquilidad y creatividad en medio de su inusual vida como aliados en la base de los Akatsukis.

Shippö, intrigado por las habilidades de Deidara con la arcilla, se acercó tímidamente al artista mientras continuaba moldeando su creación. Con ojos curiosos y una sonrisa traviesa, el pequeño zorro de fuego observaba atentamente cada movimiento de las manos expertas del hombre rubio.

— ¿Qué estás haciendo, Deidara-san? —preguntó el niño con voz suave, pero llena de curiosidad.

El rubio, complacido por el interés del niño, detuvo su trabajo por un momento y se inclinó hacia él con una sonrisa amable.

— Estoy creando arte, pequeño amigo —respondió con entusiasmo—. Esta arcilla es como un lienzo en blanco, y yo soy el artista que le da forma y vida a través de mis manos.

Los ojos de Shippō se iluminaron con fascinación mientras observaba cómo el joven volvía a sumergirse en su trabajo, dando forma a la arcilla con una habilidad extraordinaria. La joven futurista, desde su lugar en el sofá, observaba la interacción entre el niño y el talentoso artista con una sonrisa de ternura, sintiéndose agradecida por la amabilidad y paciencia de Deidara al compartir su pasión con Shippō.


Poco más tarde, Deidara, notando el cansancio de Shippō, actuó rápidamente. Con delicadeza, levantó al pequeño zorro en sus brazos y lo llevó con suavidad hacia su habitación, asegurándose de que estuviera cómodo y arropado antes de dejarlo descansar. La fémina, desde su lugar en la sala, observó con gratitud y ternura el gesto amable del joven hacia el niño.

Una vez que este regresó a la sala, se acercó a la joven azabache con una expresión gentil en su rostro, mostrando preocupación genuina por su bienestar.

— ¿Estás bien, Kagome? ¿Hay algo que necesites? —preguntó con voz suave, sus ojos azules brillando con sinceridad.

Conmovida por la amabilidad y consideración del chico, le ofreció una cálida sonrisa en respuesta.

— Estoy bien, Deidara-san. Gracias por cuidar de Shippō y por tu amabilidad hacia nosotros —respondió con sinceridad, apreciando el gesto del hombre rubio.

[贖罪と愛] - Redención y AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora