DESQUICIADO

Once

Jungkook

—¿Estás seguro de que tienes que ir a trabajar? —preguntó Jungkook, inclinándose por encima de la consola para darle ojitos de perrito a Taehyung.

No quería que Taehyung se fuera. Despertarse con Taehyung entre sus brazos era como levantarse y darse cuenta que alguien le había dejado un pastel de chocolate. Era la sorpresa más dulce. Pasaron la mañana intercambiando blowjobs adormilados antes de meterse a la ducha, en donde volvieron a masturbarse el uno al otro. Jungkook llevó a Taehyung a almorzar luego de eso, sin el encuentro de fans esta vez. Y ahora, tuvo que llevarlo a casa para que se cambiara para su turno. Pero estaba pasando por un mal momento en dejarlo ir.

Taehyung dejó escapar una risa disimulada e imperturbable.

—Sí. No todos podemos vivir de nuestros fondos fiduciarios.

Estaban aparcados en el estacionamiento del club de Gary, justo en las afueras de la pequeña y oxidada casa remolque marca Airstream de Taehyung. Por la noche, era difícil notar otra cosa aparte del letrero titilante de una mujer desnuda con un sombrero vaquero y contorno de neón de una altura de tres metros; pero a la luz del día "The Landing Strip" parecía una última parada dentro de algún universo post-apocalíptico. La pintura llamativa de color rojo ladrillo se desprendía de las paredes enmohecidas, y el papel de las ventanas estaba despegado y plagado de burbujas. Incluso, el propio lote era un campo minado en sí, con baches y topes de ruedas rotas.

A Jungkook no le agradaba la idea de que Taehyung viviera allí. Incluso había un centro comercial que alguna vez contó con un agente de finanzas, un abogado y una tienda de armas que cerraron hace mucho, y dejaron a Gary como el único superviviente.

¿Qué tan malo tendría que ser ese lugar para que un fiador se fuera?

A pesar de todo, Jungkook sonrió y acarició la parte de atrás de la oreja de Taehyung.

—Bueno, varias personas podían vivir de mi fondo, pero eres el único al que le extendería la oferta.

Taehyung gimió cuando la lengua de Jungkook le repasó el caparazón de la oreja.

—Por mucho que me encante la idea de ser tu Sugar Baby, no puedo simplemente renunciar el día después de que irrumpimos en la casa de Gary.

—Él no va a notar que estuvimos allí —le aseguró Jungkook —. Una fotografía rota no significa que haya un allanamiento de morada.

Taehyung ladeó la cabeza, dejando que la boca de Jungkook le explorara la columna de su garganta.

—No puedo arriesgarme. Ya me acusó de haberle robado una mochila llena de dinero en efectivo y armas.

Jungkook soltó una risita.

—Para ser justos, tú sí le robaste una mochila llena de dinero en efectivo y armas.

Enredó los dedos entre el cabello de Taehyung, girando la cabeza para darle un beso que duró bastante. No era capaz de apartar las manos de él. Quería saborear cada parte, tocarlo por completo, arrastrarse dentro de Taehyung y vivir dentro de su piel.

Cuando Taehyung gimió contra la boca de Jungkook, el beso perezoso se transformó en uno sucio, y las manos de Jungkook se deslizaron por los muslos de Taehyung para repasarle con el pulgar el rígido contorno del pene dentro de sus jeans.

—Maldición, ya estás duro —Le gruñó contra los labios—. Puedo ocuparme de esto por ti, si tan solo dejaras tu trabajo. Tengo una lista completa de cosas que quiero hacerte, abre tus pantalones y comenzaré ahora mismo. —prometió.