Dieciséis

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Taehyung

De camino a la ciudad, Jungkook tuvo que detenerse en un total de tres veces más para que Taehyung vomitara. Y cada vez, volvía a caer de regreso en el asiento del pasajero y Jungkook le tendía una toallita húmeda de la consola central, como si fuera la madre de un niño futbolista de los suburbios. Habría sido algo divertido, si Taehyung fuese capaz de escapar de... lo que le estaba pasando.

Trató de encerrar nuevamente los recuerdos, pero no podía. Cada vez que pestañeaba, se hallaba de regreso en esa jodida habitación con esas personas. La cerradura que encerraba todos esos recuerdos, finalmente se había roto y ahora Taehyung se sentía ahogar.

No podía escapar de las manos que lo tocaban, los hombres que lo herían, el sonido de sus propios gritos y las risas que le seguían... Se sentía como si vinieran de todas partes, como si estuviera atrapado en una casa de espejos en donde una amenaza lo acechaba como sombra en cada panel de vidrio, sin saber cuál de todas ellas era la real.

Todavía podía oler esa habitación, no como era ahora si no como había sido en aquel entonces. Un hedor a cigarrillos, sudor, cerveza rancia, perfume masculino y... sexo. Él no debería haber conocido ese olor para esa época. No estaba bien. No estuvo bien. Nadie tendría que soportar algo así. Pero, por encima de todo -de los extraños y el dolor- la cosa que lo despedazaba desde dentro era el sonido de la voz de su padre. Al principio engatusándolo con promesas de juguetes y dulces, y después enojado, furioso cuando Taehyung no dejaba de llorar.

¿Cómo es que había enterrado todo eso? ¿Cómo? ¿Qué parte mágica en su cerebro había encubierto todo durante años? ¿En qué momento comenzó a olvidar? ¿Y cómo volvía a hacerlo funcionar? Él necesitaba enterrarlo todo de nuevo. Porque no podía parar de llorar. No como enormes sollozos devastadores, sino un interminable torrente de lágrimas que descendían por sus mejillas en contra de su voluntad.

Una vez que regresaron a la casa de Jungkook, ni siquiera dejó que Taehyung llamara a su trabajo. Jungkook fue quien llamó y le dijo a quién sea que estaba del otro lado de la línea que Taehyung estaba enfermo y que no iría, su tono no dejaba lugar para preguntas. Le quitó la ropa a Taehyung y lo acostó en la cama, arreglando su computador a un lado con un programa de dibujos animados, como si Taehyung se tratara de un niño. Pero, es que él se sentía como un niño. Se sentía como "ese" niño, al que su padre había entregado para ser torturado y abusado.

Dios santo. Él sí era ese niño. Se trataba de él. Su padre sí le hizo esas cosas y dejó que otros también lo hicieran. Lo había grabado y en alguna parte, estaban esos videos. Vídeos que otras personas podían ver. Su estómago se revolvió, pero ya no quedaba nada que pudiera vomitar. De todas formas, Jungkook le había dejado una caneca de metal al lado de la cama. Solo por si acaso.

Taehyung había sabido que estas cosas le habían sucedido, incluso tuvo algunos avances de lo que estaba por venir y había llenado los espacios en blanco luego de ver el vídeo que Jungkook le entregó la primera noche. Pero, no se había sentido real para él ni para su cerebro... era como un concepto que solo conseguía comprender en sentido abstracto, como hablar del espacio exterior. Sabías que estaba allá afuera, en alguna parte, pero no era algo que ibas a experimentar alguna vez. Y ahora, allí estaba Taehyung, flotando entre sus recuerdos sin oxígeno, simplemente a la espera de morirse.

Trató de concentrarse en el portátil. La serie del pato Darkwing, notó Taehyung distraídamente. Su verdadero enfoque se hallaba en la voz de Jungkook quien caminaba escaleras abajo hablando por teléfono, su voz se hacía más fuerte y luego baja a medida que se acercaba a las escaleras y luego se regresaba a la cocina.

Estaba enojado, discutía con otra persona acerca de la logística para torturar a Gary sobre la información que necesitaban, versus esperar a ver lo que Calliope encontrara dentro del disco duro.

DESQUICIADODonde viven las historias. Descúbrelo ahora