Capítulo I: piloto

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Barnbour, capital de Cosman, es una de las ciudades más ricas del mundo. Compite con Londres, Nueva York, París, Tokio... Cualquiera diría que la vida allí es de color de rosa, pero se equivoca. Barnbour es el hogar de dos de las mafias más peligrosas del planeta: las Escamas Negras y la Garra Blanca. Además, llevan siendo rivales durante años por el control del país. Tienen miembros en todos lados, y no dudarán en matarte si te interpones en sus planes.

Ese fue el caso de Marianne Sorní.

Miércoles, 7 de agosto de 2014.

En un piso ruinoso en el barrio costero de Barnbour, una mujer acababa de llegar de trabajar de una jornada de 11 horas. Estaba exhausta, solo tenía ganas de descansar.

-Esteban, ¿le has puesto de cenar a Libi?

Su esposo estaba viendo las noticias, fumándose un cigarro al lado de unos cuantos botellines de cerveza. Las raíces de su cabello castaño se estaban volviendo canosas y tenía un par de arrugas en la frente. Sus ojos azules escudriñaban los vídeos de la noticia más reciente al mismo tiempo que se acariciaba su áspera barba. Cuando se dio cuenta de la presencia de su esposa, bebió un trago de cerveza y dejó el botellín en la mesa.

-No, se me ha olvidado.

-¿Cómo se te puede olvidar dar de comer a tu propia hija? ¡Solo tiene 10 años, Esteban!- Marianne empezó a echarle la bronca a su marido mientras se iba a la cocina. Quiso preparar carne, pero Esteban había acabado con casi todas las reservas de comida. Afortunadamente, encontró pan de molde de una bolsa e hizo un sándwich para su hija.

-Joder, cállate ya. Me duele la cabeza y tú estás aquí volando a mi alrededor como una puta mosca.- dijo dándole una calada a su cigarro.

Marianne se calló, pero ardía en llamas por dentro. Cada vez estaba más harta de que su esposo, que además era rico, estuviera en su casa y se comiera todo lo que estaba a su alcance. No tenía otra persona que pudiera quedarse a cuidar a su pequeña, así que tenía que aguantar ese falso matrimonio. Antes de llevarle el sándwich a su pequeña, le lanzó una mirada de odio a su esposo. Llamó a la puerta dos veces, y cuando la abrió se encontró a la niña dormida. Dejó el plato en la mesita de noche y la zarandeó suavemente.

-Cariño, despierta. Mira lo que te he traído.

Libi se levantó lentamente y se frotó los ojos. Cuando vio un plato con comida, esbozó una dulce sonrisa.

-Muchas gracias, mami.

-No hay de qué, tesoro. ¿Qué tal el día?- preguntó acariciándole la cara con suavidad.

-Papá no ha querido jugar conmigo, así que he estado todo el día sola en el cuarto. Y me ha dicho que me quiere meter en la mafia. ¿Sabes lo que es la mafia? Papá y tú habláis de ella todo el día.

Al escuchar estas palabras, el corazón de Marianne se paró durante unos instantes. No podía permitir que Esteban involucrara a su hija en un mundo tan peligroso. Una vez que entras no puedes salir. Por eso se despidió de Libi y se fue al salón echando humo. Cuando Esteban la vio tan enfurecida, apagó el televisor.

-¿Cómo es que quieres que nuestra hija se meta en la mafia, Esteban? Dime que eso no es cierto.- Marianne apretaba los puños con fuerza.

-Ya está decidido, Marianne. Ahora deja de molestar y acuéstate.

-¡No voy a permitirlo! ¡No voy a permitir que mi hija se involucre en tus sucios asuntos!- gritó Marianne pegando un puñetazo en la mesa. Un mechón rizado le calló sobre la frente por el gesto tan brusco. Esteban se levantó, y con tono amenazante dijo:

-Ni se te ocurra levantarme la voz. Haré lo que me dé la gana con mi hija, que para eso es mía. Además, no está registrada en el registro civil. ¿Qué más da?

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