Libi se colocó la capucha de la sudadera y la mascarilla negra y se coló por los conductos de ventilación. Tuvo suerte de que fueran bastante amplios, si no hubiera sido muy complicado desplazarse a través de ellos. Tenía que llegar hasta el despacho de Leonardo Corberó, uno de los peces gordos de la Garra Blanca, antes de las tres de la mañana. Solo podría interrogarlo si llegaba antes que él. Asomó la cabeza y vio que no había nadie. Aterrizó en el suelo del despacho. Estaba totalmente a oscuras. Sacó la linterna y descubrió un pequeño escondite entre un armario y una estantería, así que se escondió allí.
-Víbora, ¿estás en posición?- preguntó Kayla a través del auricular.
-Sí. Estoy esperando.
-Perfecto. Si pasa cualquier cosa estaré fuera.
Libi asintió y apagó la linterna. Se quedó allí una media hora, pero a ella le pareció un siglo. Cuando escuchó el sonido de las llaves abriendo la puerta, su cuerpo se tensó y apretó las esposas que tenía en la mano. Un hombre entrado en años apareció por la puerta y encendió la luz. Se acarició su cabello canoso y dejó su maletín encima de la mesa. Era muy extraño que Leonardo apareciese en su despacho a las tres de la mañana, pero el informe de la misión lo dijo explícitamente.
El hombre se dio la vuelta y se empezó a quitar la corbata. Libi vio una oportunidad y salió de su escondite para desplazarse detrás de él.
Grave error.
Leonardo vio por un espejo su reflejo y reaccionó con brusquedad. Le rodeó cuello con el brazo y con la mano libre la intentó asfixiar. Libi intentó resistirse, pero no podía respirar bien con la mascarilla. Agarró las manos de Leonardo y giró, y él la soltó porque le dobló el brazo. Libi le pasó la mano por detrás del brazo doblado y eso hizo que el torso de Leonardo se doblara hacia abajo. Aprovechando la situación, le pegó un rodillazo en la cabeza y el hombre cayó al suelo. Libi le puso las esposas rápidamente y le ató los pies para que no pudiera escapar. Lo puso apoyado en la pared y lo apuntó con la pistola.
-¿Dónde está el cargamento de droga que robaste a las Escamas Negras?- demandó. Leonardo frunció el ceño y giró la cabeza. Tenía un gran moratón en la frente.
-¿Quién eres tú?- preguntó. En su voz había una mezcla de asco y curiosidad.
-Eso no importa.- Libi ejerció presión con su pistola en la frente de Leonardo.- Dime dónde está la droga.
-Supongo que trabajas para las Escamas Negras.- Leonardo se mofó.- ¿Qué vas a hacer, matarme? Soy demasiado valioso para eso.
Libi, presionada por el tiempo que le quedaba antes de que la descubrieran, apretó los dientes y le pegó una patada en la cara. Leonardo se retorció de dolor, y un hilillo de sangre comenzó a salirle por la nariz.
-No te mataré, pero sí podré partirte esa cara de imbécil.
El hombre fulminó con sus ojos esmeraldas a Libi. Iba a hablar, pero el ruido de unas sirenas lo interrumpió. Libi maldijo en su interior y buscó alguna salida para escapar con urgencia. No podía escaparse por el conducto de ventilación, ya que estaba demasiado alto. La puerta no era una opción viable porque la policía entraría por ahí, así que la única alternativa que le quedaba era salir por la ventana. Intentó abrirla, pero por mucho que forcejease no cedía.
-Yo soy el único que puede abrirla. Si me liberas, podremos escapar.
Libi se mordió el labio, confiar en Leonardo era la única opción si quería escapar. Ignorando las advertencias que le daba su cerebro, lo desató y le quitó las esposas. El hombre puso la yema de su dedo índice en el lector de huellas dactilares, y un pitido indicó que la ventana ya estaba abierta. De repente, los policías echaron la puerta abajo y Libi entró en pánico. Leonardo saltó sin pensarlo a pesar de su estado. Libi disparó al techo para distraerlos, y luego saltó, aterrizando en un tejado de metal.
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La Víbora
RomanceTras un incidente en su familia, Libi se verá obligada a sobrevivir por sus propios medios. Por ello acabará en una de las mafias más peligrosas de su país, las Escamas Negras. Unos años después, será enviada a una misión arriesgada: infiltrarse en...