Capitulo 1

5.8K 329 57
                                    

— ¡Sorpresa!

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

— ¡Sorpresa!.

Gritan todos eufóricos cuando las luces se encienden y veo los rostros de mis padres y mis amigos en casa, Laila y Noa corren a abrazarme y yo los recibo gustosa, fundiéndome en sus brazos, Nala también me saluda, caminando entre mis pies para que note su presencia.

— Hola, hermosa ¿Me extrañaste?— le pregunto mientras la tomo entre mis brazos para cargarla, Nala ronronea cuando acarició su cabeza y Baldo ladra por la atención que le doy solo a la gata.

— Creo que te estás olvidando de los demás— terminó por decir mi madre divertida, abrazándome junto con mi padre y mi primo Carlos que quiso venir a vivir con nosotros a Madrid. Él también quería un cambio de ambiente.

— También los extrañé— les dije, separándome para saludar a la gran bola de pelos que esperaba ansiosa a mis pies.— ¿Cómo estás, mi gran perro guardián?— el pastor inglés se levantó en sus patas traseras para saludarme, el animal era grande a pesar de ser todavía un cachorro y fue una verdadera suerte que papá lo trajera cuando aún era pequeño o no lo hubiera dejado quedarse.

Entre platicas pasamos un rato entretenido, Laila me ayudó a organizar mi armario no sin antes regañarme por los descuidada que era con mi ropa, ya que según ella era horrible, yo la verdad no le veía nada de malo a mis sudaderas y pantalones deportivos, son cómodos, pero al parecer no era excusa suficiente para la reina del drama, así que hicimos un acuerdo: Me acompañaría a comprar ropa nueva si dejaba de regañarme por mi "falta de glamour", pero no solo me regañó, también me puso al día de lo que pasaba en Madrid últimamente, en estos años que estuve fuera las cosas cambiaron bastante.

— ¿En serio a pasado todo eso?— abrí mi boca, sorprendida de todo lo que me contaba la pelirroja.

— Si, campanita. Ya te lo dije.

Mi almohada chocó con su cara.

— No me digas así, fresita.

— Ese nombre no, suena tan...

— Entonces no me digas campanita, suena infantil— protesté a la par de ella.

— Bueno, tregua entonces, nada más porque te tengo dos cosas más por decirte.

Ladeé mi cabeza con curiosidad y con una de mis manos la incité a que siguiera.

— La primera: Noa y yo estamos saliendo— dijo muy despacio, sonrojándose cuando las palabras terminaron de salir de su boca, mi risa salió automáticamente con fuerza, coloqué las manos en mi estomago por como se ponía roja mi amiga, la mujer más directa e intuitiva que conozco.

— Siempre lo supe, en el instituto te lo dije varías veces y nunca me hiciste caso.

— Pero no te rías, tonta. Estoy tratando de verme sería.

— Pues con ese sonrojo no lo logras— exclamé, aclarando mi garganta a la vez que respiraba para aplacar la risa que quería volver a escapar de mi garganta.

Mi más anhelada tentación Donde viven las historias. Descúbrelo ahora