|𝟎𝟐|𝐌𝐚𝐫𝐢𝐩𝐨𝐬𝐚𝐬 𝐦𝐮𝐞𝐫𝐭𝐚𝐬.

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¿A dónde se fueron todas aquellas mariposas que se alborotaban cuando te veía?🦋”

“¿A dónde se fueron todas aquellas mariposas que se alborotaban cuando te veía?🦋”

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El salón de belleza estaba ajetreado de mujeres esperando ser atendidas. Al poner un pié allí, todas las miradas se clavaron en mí al instante.

Una chica de cabellos rojos se acercó hasta donde me encontraba y una sonrisa se expandió sobre sus labios.

—¿Eres Beca, cierto?—Murmuró palmeando mi hombro.

—Si, vine por mi turno.

—El señor Moore lo reservó, quiere que estés radiante.

Algo se removió en mi estómago, se sentía extraño el hecho de volver a pisar una estética para la belleza de la mujer. Asentí un poco nerviosa, entonces volví a sentir ese revoltijo. ¿Será que las mariposas aún están vivas? ¿Intactas después de todo?.

—Pase por aquí, señorita.

La pelirroja me señaló una silla rosada, adornada con pedrería de cristal. Muy elegante y costosa, se notaba a leguas.
Me senté sobre ella, quedando frente al gran espejo, ella apoyó sobre mi cuerpo un gran delantal rosado pastel.

—El señor Moore me dió indicaciones, ¿Pero tú quieres algo en especial?

¿Algo especial? ¿Eso me serviría para quitar el daño? ¿Podría repararme las heridas internas?

—Sorpréndeme...—Noté que no se había presentado pero llevaba consigo un pequeño cartel pegado que ponía su nombre— Gabriela.

Ella asintió. Cogió unas tijeras del aparador junto a un cepillo de cabellos.

—¡Muy bien!¡Manos a la obra!

Los minutos pasaron lentos y no podía si quiera prestarle atención al trabajo que hacía Gabriela. Mis ojos seguían intactos al reflejo que mostraba el espejo, estaba cada vez más rota.

—Señorita Beca...

La voz de ella me sacó de mis pensamientos.

—¿Sí?

—Hemos finalizado, a mi parecer ha quedado más bonita.

Me observé con detalle, mi cabello estaba más corto, ahora llegaba un poco más arriba de mi cintura. El color era más notorio, probablemente había puesto un tinte. Tenía unas pequeñas ondas que no llegaban a ser rulos pero que de igual forma quedaban espectaculares. Entonces sin poder retenerla, una lágrima solitaria se deslizó por mi rostro.

—¿Se encuentra bien?

Su pregunta formó un nudo en mi garganta.

—¿Podría maquillarme por encima?

—¿Cómo?—Preguntó perpleja.

—Si puede echarme una capa más de maquillaje sobre la que tengo puesta.

El Peso del Amor [1] © (Pausada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora