Capitulo 38.

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William:

   Tengo que apresurarme si quiero llegar a la hacienda Kensington horas antes del almuerzo. Lo de anoche fue un claro indicio de lo que ella me hace sentir. He estado con varias mujeres, no soy ningún novato célibe que se corre a la primera con solo ver unos pechos femeninos firmes. Soy el tipo de hombre apasionado, que embiste con fuerza y precisión tocando en los puntos exactos para el disfrute de su amante.

   Pero ella... Ella me hace sentir muchas cosas más, que si la quiero entre mis sábanas desnuda, por supuesto, quién no querría a una mujer como esa debajo de él gimiendo su nombre. Solo un idiota se negaría a hacerle el amor a Katherine.

«Si tan solo supiera porque no se casó con el imbécil de Chapman». La duda ronda en mi cabeza desde esta mañana que desperté con ganas de ella. El miembro me dolía y la vergüenza me abrazó cuando me levanté de la cama y la mucama entró con Antoine sin avisar y notó el bulto creciente entre mis piernas. 

   Disimuladamente camine al cuarto de baño, desaforé las ganas auto complaciéndome y tomé un baño de agua fría. Envolví mi cuerpo en la bata de baño y esperé en el balcón de mi habitación hasta que la muchacha aseara todo para vestirme.

   Desayuné con mi abuelo, mi madre y Simon quien volvió a insistir en acompañarme a la hacienda. No me quedó más remedio que asentir y ahora vamos juntos rumbo al pueblo a comprar las flores del día para Katherine.

   Reparo entre la infinidad de arreglos florales que hay en la tienda: rosas blancas, amarillas, rosadas, naranjas, pero no es el color que busco, ella incita pasión, lujuria, amor desmedido y en un rincón, las veo... Rosas rojas como la sangre misma y pido al dependiente un ramo enorme que ella pueda tomar entre sus manos.

   Las mujeres saben más que los hombres del significado de cada color de las flores, por eso al cortejar a una dama se debe tener cuidado con lo que se quiera expresar con los primeros envíos de ellas, pero mi abuelo se encargó de eso tiempo antes de mi regreso así que el tiempo de expresar algo más profundo a llegado y aquí me encuentro yo ahora, de pie frente a Katherine con un arreglo de rosas rojas para darle.

   No puedo dejar de detallar su mirada cuando nota el color de las flores entre mis manos. Abre y cierra su boca sin saber que decir en unos breves instantes. Luego de agradecerme, toma el ramo con las manos temblorosas.

   Puedo soltar el aire contenido al no ver su cara de disgusto, en el peor de los casos me hubiese abofeteado por obsequiarle este color tan apresuradamente, en cambio, dibuja una sonrisa tímida en sus labios y se sonroja.

—Pueden tomar asiento... Ya regreso.

   Con el ramo entre sus manos, sube a la segunda planta y cuando regresa, tiene las manos vacías.

«Lo dejó en su habitación seguramente». Una sonrisa de lado se dibuja en mi rostro imaginándome lo que puede estar pasando por su cabeza en estos momentos, pero solo quiero disfrutar de su compañía, el aroma de su piel que es tan pelicular. He percibido aromas femeninos antes que me han encantado, sin embargo, el olor que emana de su cuerpo es totalmente exquisito y embriagador.

   —¿Vengan hoy les enseñaré el viñedo de mi padre? 

   Su rostro se ilumina cuando nos habla del trabajo que se realiza en la hacienda. Le tiembla la voz al hablarnos de lo sucedido tiempo atrás, pero ellos siguen optimistas y están haciendo su mejor esfuerzo para levantarla de la cenizas y han estado haciendo una excelente labor por lo que alcanzo a ver.

   Las casas de los empleados están casi en su totalidad en pie. Niños van de aquí para allá y al notar su presencia corren hacia la dama que está a mi lado acaparando toda su atención dejándome de lado.

En Cuerpo y Alma  (nueva edicion)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora