Capítulo 53.

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  Narrador omnisciente:

Sale el mensajero a caballo por el portón de hierro para entregar su encomienda. Al llegar a casa del destinatario, este lo recibe en la puerta en bata y pantuflas. Mira al hombre extrañado por la hora cuando le extiende el sobre.

—El duque de Edimburgo le envía esto Milord —el hombre abre el sobre en presencia del mensajero y frunce el ceño al leer el contenido de la carta.

—¡Este hombre se volvió loco! —espeta—. Espero tener una buena bonificación por el trabajo, pues me desvelaré para entregárselo mañana a primera hora.

El hombre despide al mensajero quien se desvía a otro destino para entregar la segunda carta que misteriosamente le fue entregada.

Uno de los vigilantes lo detiene en la puerta y este le da el sobre para que lo entregue a su destinatario. Apresurado golpea su caballo para que corra más rápido y llegar a tiempo a la mansión Ferguson para no levantar sospechas.

—Mensaje para usted Milord — dice el vigilante al hombre de barba y cabello canoso que está sentado en el sillón entretenido leyendo un libro.

El hombre abre el sobre, lee la carta y se levanta de golpe molesto arrugando la hoja con ambas manos. Con el rostro rojo por la rabia echa el sobre y la hoja a la chimenea, para no dejar pruebas de lo que acaba de leer.

—Que se prepare un carruaje para mañana temprano.

El vigilante asiente con la cabeza antes de retirarse y dejar solo al hombre frente a la chimenea perdiéndose observando cómo las llamas queman la evidencia.

»Está situación tiene que acabarse o terminará echando todo nuestro sacrificio por la borda —dice el hombre de cabello blanco irritado.

A la mañana siguiente, antes del amanecer, el hombre ya vestido con un traje pulcro de tres piezas, sombrero de copa y bastón, entra en el coche que lo llevará a la mansión Ferguson—Kensington.

Mientras el anciano va en camino, el primer hombre al que le fue entregado el sobre, está casi en la entrada de la casa de William y Katherine.

William está de pie desde antes del amanecer. Con las manos vendadas y envuelto en la bata del pijama, observa por la ventana de su habitación como el cielo se va aclarando a medida que el sol aparece.

Alguien toca a su puerta y entra ante la voz de William.

—Su café mi señor —dice Antoine dejando todo sobre la mesa de té.

William se acerca a la mesita y frunce el ceño de dolor cuando se hace con la taza humeante en su mano.

»Si quiere lo ayudo — William niega con la cabeza y con cuidado se lleva la taza a la boca para beberse el café—. Le traje un plato de fruta, pan y mermelada para su desayuno. Quita la tapa de la bandeja dejando todo a la vista, pero William lo aparta negándose a comer— Mi señor, desde ayer no prueba bocado, debería intentar comer algo.

Ante la insistencia de Antonie, William toma el cubierto y pincha de mala gana un trozo de fruta, llevándoselo a la boca ignorando el dolor de la herida en su labio y lo mastica con la boca abierta haciendo sonidos desagradables.

Antoine lo ignora pasando por alto el desagradable sonido que hace al masticar, pero cuando William comienza a comer de forma correcta se relaja, sabiendo que su señor lo necesitaba.

«Me alegro mucho que coma mi señor», piensa Antoine con una sonrisa en sus labios, viendo cómo se lleva un trozo de fruta a la boca.

Ivonne camina por el pasillo del ala este acomodándose el busto en el uniforme para verse más voluptuosa ante su patrón. Llega a la puerta y toca un par de veces antes de que Antoine le abra.

En Cuerpo y Alma  (nueva edicion)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora