Capítulo 11: Una cita casi mágica

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Desperté cuando la limusina se detuvo y la voz del chófer anunciando que habíamos llegado a nuestro destino.

Ni siquiera noté el momento en qué me quedé dormida.

Tal vez se me cerraron por inercia como respuesta a la fatiga que sentía, despertarse a las siete de la mañana un sábado, no era divertido; aunque valió un poco la pena, el vestido era hermoso.

Ben le agradeció al chófer y me miró con una radiante sonrisa.

— Cierra los ojos — me pidió Ben.

Arqueé una ceja.

— ¿Qué planea hacer, Su Majestad? — bromeé, cruzándome de brazos, cerré un ojo.

— Es una sorpresa, princesa — comentó, esperando que cerrará ambos ojos.

Obedecí ante su petición mientras esperaba a Ben; no era muy paciente para las sorpresas.

Sentí que la puerta junto a mí en la limusina se abría, Ben tomó ambas manos con delicadeza y me sacó suavemente del auto.

— Te estoy vigilando — advirtió Ben, bromeando un poco.

— Claro, Rey Ben — bromeé.

Ben comenzó a guiarme suavemente tomando mis manos con delicadeza, me advertía de cualquier obstáculo en el camino.

Si podía adivinar el lugar donde estábamos teniendo en cuenta las cosas que sentí al pisar, parecía que estuviéramos en un bosque. Sentí piedras, hojas crujir al pisar y un par de aves cantar sonoramente.

Recordé a Diaval en aquel instante, al parecer, estaba encariñándome con aquél cuervo molesto.

Pelear era una forma de demostrarnos cariño.

Nos detuvimos y Ben me tomó una sola mano y la entrelazó con la mía.

— Ya puedes abrir los ojos — anunció con una tono de felicidad y nerviosismo.

Abrí los ojos ampliamente y me decanté al ver la maravilla que había frente a mí.

Estábamos en el bosque Encantado, realmente no podía identificar en qué parte estábamos.

Había una carpa blanca soportada por una estructura de madera en forma triangular, cuyos postes estaban decorada con flores artificiales. En su anterior, se podía apreciar una sábana color crema, sobre la cual reposaban almohadas blancas y rojas. En el centro, destacaba una almohada con forma de corazón de color rojo.

Al frente de la carpa, se encontraba una manta roja, sobre ella sobresalían un par de platos, dos copas, dos velas y cuatro rosas rojas. Al lado de la manta, había una canasta.

En el lado derecho de nuestro picnic, había un pequeño arroyo.

Admire cada parte del lugar de nuestra cita, esbocé una sonrisa ampliamente maravillada por lo romántico y acogedor que era.

— ¿Te gusta? — preguntó Ben un poco inseguro.

Lo abracé fuertemente feliz y emocionada. Estaba fascinada por lo que había preparado.

— Me encanta — confesé con un tono de felicidad.

Él me sonrió y depósito sobre mi frente un dulce beso, tomando suavemente mi rostro con sus manos.

Tomó mi mano con delicadeza y me llevó hacia la sábana color crema y nos sentamos sobre ella.

Ben tomó una canasta y comenzó a sacar comida. Lo primero que tomó fue un tazón con fresas con tapa. Los ojos se me iluminaron al verlas.

La Magia Oculta De Auradon | DescendientesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora