•Las coincidencias del mundo•

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Entonces volví a ser aquella muchacha inmadura e impulsiva que me prometí a mí misma que no volvería a predominarme y, supe que a veces en nuestro interior, vive aquel carácter molesto del cual una, por más que se presione, no puede deshacerse.

 
Me di cuenta de mi actitud infantil cuando las palabras de Monny hacia mí, fueran buenas o malas terminaban irritándome y me tenía que alejar mucho, pero mucho, para no decir algo que la hiriera. Todo era por culpa de el caballero astuto con el cual coquetee en una discoteca, me ayudó a vomitar en un baño, al cual le rompí una taza artesanal y quien supuestamente me salvó de aquel problema en las colinas del Este en casa. Pero ese hombre, ahora era mi pesadilla, empecinado en ser mi jefe a como de lugar.

 
Decidí salir a la ciudad vestida de turista con un vestido largo hasta los pies, un sombrero, gafas de sol y sandalias. Caminaba de tienda en tienda tratando de que los empleados de Monny no me reconocieron y que ella tampoco estuviera cerca.

De repente pensé en remodelar aquella casa, que ahora se veía congelada en apariencia de una escena de crimen, y tomé la decisión de entrar a una ferretería para ver pintura y madera para el piso. El lugar estaba con una considerable circulación de personas lo que me traía a la defensiva, porque en ese instante estaba encubierta. Ni siquiera tú, mente, te conoces, tienes otra identidad ahora.

 
Leí los grandes letreros que indicaban los pasillos adentrándome en los estantes con todo tipo de pinturas y colores.

 
Tapizar es más veloz.

 
No, no, se mojaría y se echaría a perder con las lluvias. Pintar es la mejor opción.
¿Estas segura que quieres vivir en el bosque, sola, Lindsay?

 
Mi teléfono comenzó a vibrar en alguna parte de mi ropa y cuando lo saqué del bolsillo indicado tomé la llamada.
                 
            Shawn Rojas (El policía encubierto)

—¿Hey Lyn cómo estás?—Su voz sonaba agotada.

 
—Yo, eh, perfectamente. ¿Qué tal Washington?—. Le pregunté nerviosa por la gente y sus miradas.

—La ciudad está igual, funcionando. Yo soy el que no podría funcionar si me siguen explotando así—. Escucho como ojea algunas páginas o algo parecido.

—Pide Vacaciones, hace ya poco más de un año que las pospones por más de una ocasión. 

—¿Ahora dónde estás

—¿Por?
—porque te escucho tensa y soy policía, no podrías engañarme tan fácil.

—Está bien, tú ganas. He discutido con Monny hace días y decido distraerme para no hacer ninguna locura. Compro pintura  

—Compras pintura... ¿Para dibujar? 

—No, compro pintura para renovar la casa de mis abuelos. 

—¿Pero no me habías contado que estuvo en investigación y todavía tenía la cinta amarilla, y todo eso? 

Romance MillonarioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora