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¡Rough!

— No fui el único, ¿sabes? No me provoque solo - estaba que explotaba de la ira y la sonrisa estúpida del castaño no ayudaba mucho más

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No fui el único, ¿sabes? No me provoque solo - estaba que explotaba de la ira y la sonrisa estúpida del castaño no ayudaba mucho más. Estaba a nada de soltarle el zurdazo de su vida. Sería sencillo, un puñetazo en la nariz y una huida épica, era fácil, rápido e impredecible.

¿Pero entonces que carajos estaba haciendo..?

Tomo con fuerza la mandíbula contraria con ambas manos y se fundió en un beso rudo y agresivo. Succionaba los labios del contrario y mordía inconscientemente el interior de su boca; así mismo sus uñas se enteraban en su rostro perfilado. Para esto el castaño ya lo había tomado demandante de la cadera y no se quedaba atrás en el ósculo. Que si bien al inicio le había sorprendido y hasta le había echo tomar un paso de seguridad hacia atrás evitando caer, ahora lo correspondía gustoso y de igual agresividad.

Se separaron del beso y se dedicaron la peor mirada que se tenían el uno al otro, comenzando una guerra que no sabría si podría continuar. Cualquiera de los dos.

Más que un encuentro sexual parecían niños de preparatoria llenos de testosterona, un viernes después de la escuela peleando por cualquier estupidez. Luzu después del beso lo tomó firme del brazo queriéndole llevar dentro de la casa, sin esperar que Quackity se le adelantara empujándole contra la puerta, con toda la intención de que se partiera la cara.

Una vez dentro, se sentía el ambiente pesado, denso...

Estando cerca del sofá, el heterocromático se separó de otro beso intenso solo para darle una buena cachetada al contrario que se oyó en toda la habitación, Luzu pensó que se echaba para atrás, lo miró ofendido y hasta frustrado, más se relajó, mirándolo con confusión cuando vio la sonrisa traviesa del más bajo, quien repitió la acción un poco más débil, contrario a lo que haría Luzu momentos después, al rebotar la palma de su mano contra su frente para dejarlo caer contra el sofá; apenas se iba a quejar, el de ojos rubí volvió a atacar su boca con una fuerte mordida en su labio inferior, dejándole un hilo de sangre resbalar por su mentón, rastro de sangre que no dudó en limpiar con su lengua.

— ¿Eres o te haces? - le apretó la mandíbula con una sola mano con una mueca de disgusto mientras la sangre volvía a salir de su labio.

Te ves increíblemente bien sangrando - contesto, y no precisamente a su pregunta.

Después de este comentario se volvieron a atacar la boca, para esto el chico más bajo ya había acostumbrado cada cierto tiempo dar una bofetada a cualquiera de las mejillas contrarias ——nada piadosas, por cierto——, que después de unos minutos estarían igual de rojas que sus labios. Mientras tanto, el héroe de Karmaland pellizcaba cualquier parte al descubierto que tuviera el otro. Desde su cuello hasta sus mejillas, dejando marcas pequeñas en colores que variaban del rojo y el morado.

𝗦𝗮𝗯𝗼𝗿 𝗮 𝘃𝗶𝗻𝗼Donde viven las historias. Descúbrelo ahora