Por un lado un joven príncipe es convertido en un monstruo por un hechicero debido a su comportamiento egoísta y por otro lado una joven amante de los libros vive junto a su amigo de la infancia en un pequeño pueblo de Francia, pero la vida de ambos...
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Érase una vez, en el corazón de Francia, vivía un príncipe que tenía una belleza inigualable. Pero a pesar de tener todo lo que pudiera desear, el príncipe era egoísta, grosero, poco amable. A este hombre no le importaba más nada que la belleza exterior, las cosas materiales y presumir sus riquezas con fiestas extravagantes que solo los miembros de la alta sociedad podían asistir.
Esa misma noche, el príncipe planeó una fiesta de máscaras. Todos estaban vestidos de manera muy elegante. Mientras esto sucedía, dos sirvientes estaban maquillando el rostro del príncipe. En eso un hombre que portaba un traje negro con una armadura ligera y un casco blanco entra a la habitación.
???: Señor, su hermana lo está esperando.
El príncipe solo asintió, mientras le hizo una seña al mismo hombre para que acercara un candelabro a él. El príncipe toma un espejo y observa su rostro con una sonrisa.
Este se dirige a la entrada del gran salón y ahí se encontraba una pelinegra con un hermoso vestido de color rojo.
???2: Hermano.- lo mira serio.
???1: Ruby.- lo mira seria.
El rubio y la pelinegra entraron al gran salón dónde se encontraban los invitados. El chico suelta la mano de su hermana, y dirige la mirada a un pelinegro con un mechón rosa y a una peliblanca que se encontraban al lado de un clavicémbalo. (Nota: Por si preguntan el clavicémbalo se parece a un piano pero suena diferente)
???1: Maestro.- le dijo al pelinegro.
El pelinegro solo asiente con una mirada seria y empieza a tocar mientras que la peliblanca comenzó a cantar.
Canción: Aria Interpretado por: Audra McDonald
Esa serenata complementaba totalmente el baile que los príncipes tenían con las doncellas, en el caso del príncipe, y con los caballeros, en el caso de la princesa. Todo parecía a una de las tantas fiestas que el príncipe daba, pero al final no fue así.
De la nada se escucharon dos toques en la puerta y después estas se abren de repente, viniendo con ellas rayos, truenos y ventiscas que apagaron la mayoría de las velas.
