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«PILOTO»
(OMAR)

[EN EL PRESENTE]

{...}

La música sonaba a todo volumen a nuestras espaldas. Estábamos a unos cuantos metros del bullicio de la fiesta, lo suficientemente lejos como para que nadie pudiera vernos ni oírnos.

Ambos permanecíamos en silencio, pero no era un silencio tranquilo. Nuestros jadeos apenas nos permitían vocalizar palabras y el nerviosismo gobernaba el ambiente.

— Ruslana, por favor... — logré pronunciar en apenas un susurro, antes de tomar una bocanada de aire —. Suelta el arma. Tírala al suelo.

Bajo la penumbra, apenas podía identificar los rasgos de la pelirroja. Aun así sabía que su cara estaba llena de lágrimas debido al llanto y el sofoco que ella misma emitía. Solo lloraba y maldecía entre dientes el estar en esa situación.

{...}

[ANALEPSIS (salto en el tiempo al pasado)]

Septiembre. Un mes de cambios. De comienzos. Contemplé ensimismado la fachada de aquella facultad después de haber dejado la moto en el aparcamiento.

Por fin allí. En la Facultad de Derecho de Denver. El cielo estaba pintado de un color azul eléctrico, ese mismo que hace que las personas luzcan buen humor desde que se levantan hasta que se acuestan. O al menos eso pensaba hasta que un doloroso golpe en mi brazo izquierdo me hizo volver a la realidad.

¡Mira por dónde vas, tío!

Un tipo poco más bajo que yo, barba meticulosamente recortada, pelo oscuro y vestido de traje, bufó a mi lado después de haber chocado de la manera más bruta conmigo. Igual en ese momento debería haber sacado mi carácter y contestarle que él era el que debería haber tenido cuidado, pero solo me salió decir...

— Lo siento. ¿Estás bien?

El chico se volvió hacia mí y lanzó una pregunta al aire ignorando por completo la mía.

— Eres de primer año, ¿verdad?

— Sí — fruncí el ceño extrañado —. ¿Por?

Soltó una risa irónica y luego añadió:

— Yo que tú iría corriendo a clase. No querrás ser el blanco fácil cuando entre La Dictadora.

— La... ¿Quién? — El chico soltó otra pequeña risa al escucharme tan confundido.

—  Dios... Todos los de primero sois iguales. No sabes dónde te has metido, chaval.

Dicho aquello, se dio media vuelta y entró en la facultad. Y para qué engañarnos, después de escuchar sus tajantes avisos, yo hice lo mismo. No tardé más de dos minutos en encontrar mi clase. Atravesé como pude la marea de gente con la que compartiría ese cuatrimestre, y me senté. Ni muy delante ni muy atrás. Lo mejor era pasar desapercibido.

De todos modos, aquel bullicio creado por todos los compañeros que rondaban los pasillos de la clase y las escaleras de la misma, despareció cuando se empezó a escuchar un fuerte taconeo. Alguien se acercaba. Para entonces, mágicamente ya estaba todo el mundo en su sitio y en silencio.

— Buenos días. No sé qué cosas terribles habréis hecho en esta vida, pero tenéis muy mal karma si os ha tocado mi clase.

Una voz ruda y formalmente seria se escuchó a voces en el gran aula. Era una mujer. Cuarenta y tantos. Alta. Rubia. Unas gafas almendradas y de montura transparente estilizaban su cara de mala leche.

Cómo Defender a un Asesino - Rusmar OT23Donde viven las historias. Descúbrelo ahora