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«PRIMEROS OBJETIVOS»
(RUSLANA)

El sol ya se había puesto para cuando llegué a casa. El cansancio se apoderaba de mi cuerpo y mi cerebro solo necesitaba un momento de paz después de haberme pasado la mañana en la universidad y la tarde en el curro.

Dejé la moto en el garaje y, mientras subía en el ascensor, reconté con una mano el fajo de billetes que guardaba en el bolsillo. "You Give Love a Bad Name" de Bon Jovi sonaba a través de mis cascos haciéndome tararear inconscientemente.

Abrí la puerta. El picaporte antiguo chirrió anunciando mi llegada. El silencio sepulcral de siempre gobernó el piso en cuanto puse un pie dentro; silencio que yo misma rompí arrojando las llaves sobre el recibidor y desprendiéndome de los cascos, hechos ya un nudo al ser de cable.

— Hoy llegas más temprano.

— Hoy he terminado más temprano — contesté tajante.

Lancé el dinero, atado en una goma de pelo, a la mesa para que entrase en su campo de visión. Mi hermana hizo el amago de separar su mirada del ventanal y fijarse en el fajo que ya reposaba frente a ella.

— Cuatrocientos — informé esperando una concreta reacción que en el fondo sabía que no iba a llegar.

— ¿De dónde sacas siempre tanto dinero? — fue lo único que soltó por la boca. Cuestión que esquivé rotundamente.

— Al menos yo me molesto en traer dinero para no morirnos de hambre. Pero no podemos seguir dependiendo de mí, Yuli, tengo una carrera que sacarme. A partir de este mes apenas voy a tener tiempo.

Y como supuse, en cuanto saqué el tema, Yuli volvió su mirada hacia la calle e hizo como si la cosa no fuese con ella.

Bufé de mala manera al no obtener respuesta y me encerré en mi habitación maldiciendo entre dientes. Me di un toque de atención después de dar un sonoro portazo porque casi me quedo sin puerta por el golpe.

Me saqué los aros y las pulseras plateadas que llevaba encima y comencé a desmaquillarme. Reanudé la lista de reproducción que estaba escuchando antes de entrar en casa y subí el volumen para mantener la mente ocupada en algo que no tuviese que ver con mi hermana. Cantaba "Are You Ready?" de Måneskin cuando una notificación captó mi atención.

Instagram
[ruuslana_]: @omarsamba te ha enviado una solicitud de seguimiento.

"Y este quién coño es" pensé.

Automáticamente lo acepté y le mandé solicitud de vuelta, pero esa noche me quedé sin saber quién era porque después de hora y media en llamada con una amiga del instituto y un largo baño caliente con skincare añadida, me adentré en las sábanas de mi cama recién limpias y me quedé dormida enseguida sin haber revisado la app de nuevo.

***

— Caso número 10. Colorado. Mujer de 61 años, nada más y nada menos que una víctima. El chivo expiatorio de una fiscalía desesperada. Se trata de {...}

La Doctora Zamora parloteaba sobre otro de los ejemplos reales que pone en práctica con nosotros en clase. Esa mañana sus palabras me hacían eco en los oídos, centrando mi atención en el boceto que pintarrajeaba sobre mi mesa disimuladamente. Pensaba tirarme así el resto de la hora, hasta que:

— Antes de continuar, ¿hay alguna duda...? ¿Sí, señor Márquez?

El susodicho había levantado la mano para pedir el turno de palabra.

— Me he percatado en el informe que el veredicto no aparece. Así que supongo que mi duda es: ¿Fue ella? ¿Mató a su marido? — preguntó con extrema curiosidad.

Cómo Defender a un Asesino - Rusmar OT23Donde viven las historias. Descúbrelo ahora