𝟎𝟎

296 25 2
                                    

El lacio cabello blanquecino caía por sus hombros, mientras se acomodaba en su incómodo asiento de avión, Neuvillette estaba consciente de los años que llevaba sin cortar su blanca cabellera, aún así, a pesar de las miradas y acciones malintencionadas de algunas personas a lo largo de los años, se negaba a cortarla, aún recordaba su agonía al ver una goma de mascar, de un color rosa brillante pegada en sus mechones, se podría decir, que era alguien muy preocupado de su aspecto.

Y era, tal vez, una obviedad, sus afilados ojos de un color tan claro como su cabello, hacían un gran contraste con el tono de su piel, y ni hablar de su altura, una persona bastante alta a lo que respecta. Pero, esos son sólo detalles físicos, Neuvillette se preocupaba todas las mañanas, al igual que antes de dormir, de arreglar su largo cabello y mantener aquel ligero aroma a jazmín, vestir de una manera ordenada y pulcra, contrarestando todo aquello con la excelente postura que había practicado desde que era un niño, era prácticamente su rutina, incluso en aquellos días en los que una persona consideraría que no es necesario tomarse la molestia de preocuparse tanto de su aspecto.

Habían pasado tres largos años desde que abandonó Francia, el avión, sin presentar demasiados inconvenientes finalmente aterrizó en su tierra natal, Neuvillette observó a los turistas de temporada, ya casi era verano, y todos parecían expectantes por saber qué harían primero. Él, sin ser uno de aquellos, también se lo preguntaba.

No se consideraba una persona de muchos amigos, en verdad, no tenía demasiados, y que no se malinterprete, no es que fuera alguien desagradable, sus habilidades sociales habían sido practicadas en su adolescencia, tal vez, sólo era un poco selectivo.

Aún así, el dilema surgió desde lo profundo de su ser, su llegada a Francia fue una decisión un tanto apresurada, incluso para él, que no se consideraba alguien impulsivo. Sabía cómo llegar a su antigua residencia, al igual que sabía que en aquel lugar deberían mantenerse algunas de sus cosas, hace tres años, cuando partió de Francia, no fue capaz de deshacerse de todo, por lo que, lo esencial para vivir debería mantenerse en aquel lugar.

La única maleta que Neuvillette llevaba consigo comenzó a ser arrastrada, el leve sonido que hacían las ruedas de la misma mantenían a Neuvillette consciente de su entorno, no podía creer que finalmente, estuviera de regreso. Fuera del transitado aeropuerto Charles de Gaulle pudo finalmente tomar un taxi.

El trayecto no fue muy largo, o al menos así lo sintió, agradeció mentalmente que así fuera, el viaje de casi once horas hasta Francia parecían haberle quemado una parte del cerebro, sin duda necesitaba un descanso, aunque esto, parecía improbable, tenía una cierta imagen mental de cómo estaría su casa, sin haber recibido una limpieza decente desde que se fue, su propia mano se dirigió hasta su rostro, dando un suave apretón en el puente de su nariz, mientras un suspiro escapaba de su boca. Una vez pagó su transporte, se atrevió a sacar las llaves de su bolsillo, yendo directamente a aquella que fue olvidada durante tanto tiempo, la puerta se abrió con un suave chillido, haciendo eco en el interior de la desolada vivienda.

Su vista fue a los pocos muebles en la entrada del lugar, todos tapados con sábanas sábanas blancas, el olor a polvo comenzó a filtrarse por su nariz, mientras veía las partículas del mismo volar en aquellas partes donde la luz del sol se colaba. La puerta fue cerrada con su mano izquierda, de una manera tan suave, como si esta en cualquier momento fuera a colapsar, la maleta, de un tono plateado, fue apoyada en la pared de color crema, comenzó dando unos cuantos pasos hasta llegar a un arco, colindante con el salón de la casa, un lugar con bastantes ventanas, por lo que, sin dudarlo mucho, amarró cada cortina de una manera delicada, evitando el exceso de polvo, al igual que las ventanas fueron abiertas de par en par, la suave brisa de la tarde entró, golpeando su rostro, mientras sus propios cabellos parecían tomar vida.

Sus pensamientos rondaban inquietos en su cabeza, mientras se planteaba por dónde debería empezar la limpieza, su habitación podría ser una prioridad, la noche caería en cualquier momento y necesitaría dormir, también pensó en el cuarto de baño, odiaba entrar a lugares sucios y más aún si eran para satisfacer sus necesidades biológicas. Finalmente un fuerte bufido escapó por sus labios, decidido a comenzar su limpieza por el cuarto de baño, luego se preocuparía de su habitación, al menos su cama.

Como era de esperarse, la noche finalmente llegó, la suave brisa se tornó levemente más fría, Neuvillette, sentado al final de su cama se dedicaba a contemplar el cielo estrellado por la ventaba frente a su cama, todo mientras peinaba sus blanquecinos cabellos luego de un relajante baño, la hora de descansar había llegado, para su sorpresa, no tardó mucho en limpiar el cuarto de baño y su habitación, por lo que le dio tiempo para quitar algunas de las sábanas del los muebles del salón, además de dejar en mejores condiciones su cocina. El frío de aquella casa había comenzado a erizar los vellos de sus brazos, mentiría si dijera que no extrañaba en cierta parte el frío de su país, al igual que aquellos dulces sabores de los postres que tanto le gustaban, claramente, en Estados Unidos existía todo aquello, pero simplemente todo cambiaba.

El cuerpo de Neuvillette al fin pudo descansar en aquel cómodo colchón, sus brazos tras ser estirados a los costados de su cuerpo iban perdiendo tensión mientras avanzaban los minutos, sus ojos ya cerrados, parecieron darle una mejora a sus otros sentidos, si bien había sido su hogar por varios años, ya no quedaba rastro de aquel olor a jazmín que acompañaba a Neuvillette, aquella casa sólo tenía olor a polvo, no existían más olores dentro de aquel lugar.

phantom ✧ wriolletteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora